domingo, 7 de agosto de 2016

Rayuela, escribe tu propio capítulo. Cap 1: Carta de Oliveira a Rocamadour

Rocamadour, bebé, te escribo esta carta porque siempre recuerdo la que te escribió tu madre y como a La Maga le quedó tan linda me dieron ganas de intentarlo, tú sabes que me gusta intentarlo todo y más cuando se trata de cartas, de vos y de tu mamá.
Estoy tomando café, ¿Sabés hace cuánto no tomaba café? Un tiempo que para vos sería una gran parte de tu vida, para mí no tanto pero igual siento que fue mucho, a pesar que siempre haya estado bien cubierto por esos verdes que le fueron ganando terreno. A vos no te gusta el café todavía, ni el mate, pero ya te van a gustar y me vas a entender cuando te gusten tanto que no lo vas a poder creer. Rocamadour, todavía no te gusta nada, o casi nada, pero con el tiempo veo en tus ojos que vas a estar fascinado por el mundo, las calles, las bibliotecas, los libros, el polvo de oro viejo en las hojas. Ahora el tiempo te alcanza, a tu mamá no le gusta hablar del tiempo porque dice que es malo, feo, sucio y todas esas cosas que dice cuando se enoja, por eso llamémosle vida si querés total es lo mismo. A vos te alcanza y sobra porque no sabés que existe Rocamadour, pero a tu mamá y a mí nos falta, nos falta tanto porque también tomamos café y mate y andamos por las calles, los árboles y polvo de oro viejo en las hojas. No a todos les pasa Rocamodour, algún día te contaré la historia de Ossip cuando no vio nada de lo que tenía en frente. Con La Maga nos pasa tanto que casi no hablamos de otra cosa: el tiempo, la melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas, el querer vivir todas las vidas y poder vivir unas pocas. Todo tiene gusto a poco, Rocamadour, quizás por eso es tan rico el café ahora que lo pienso.
Te imagino en este momento en tu cuna tan chiquitito, sonriendo, gritando, te imagino tanto que sonrío, siento esas cosquillas y este momento es tan lindo que no me importa cuánto dura, que no me importa la vida que no alcanza para las bibliotecas. De esto hablamos con tu mamá: de esos momentos, de vos tan chiquito, sonriendo, moviéndote, y así nos olvidamos un poco del tiempo. 

domingo, 24 de julio de 2016

Pesca

“¡Es la pesca muchacho!”.- Le respondió al nene que con tímida voz le preguntó si no se aburría de pescar. Notó la perplejidad en la cara del muchacho, lo miró fijo con los ojos curtidos por el sol y celestes de tanto mirar el mar, y le siguió hablando con una voz que al niño le sonaba a leyenda: La pesca es la mañana entera, el frío, el olor a pasto que está secando el rocío, el sonido calmo del rio y la algarabía  de los pájaros, el mate que nos calienta las manos y el alma, el viento que te acaricia la cara y te da frio pero no importa porque entonces aparece el mate que te salva y sentís tanto amor por el mate, por el viento, y a la pesca… cómo no la vas a querer, si es todo eso.


Te digo más, pibe: La pesca sos vos. Sos vos siendo viento y siendo sol. Ahí es cuando conocerás tus fríos y tus calores, tus luces y tus sombras. Por eso no es aburrido pescar, porque es un viaje al interior de tus sentimientos, de tus emociones, y entre tanta cosa onírica y tanta plenitud, de repente se te mueve la caña, y vos estás con los recuerdos de tu infancia en una mano y en la otra los sueños de tu vida y no sabés qué tenés que hacer con la caña que se mueve. Imaginate ese segundo. Ese segundo vale una vida, nene, y mucha gente no se detiene a pescarlo.