«Ay, los piratas... ¡Pobres piratas! ¡Cuánto nos han hecho soñar los piratas! ¡Y qué mala prensa que tienen! Permítanme que rompa una lanza por su buen nombre porque yo me crié entre los piratas. Vaya usted a saber por qué ellos escogieron mi humilde casa para refugiarse de las galernas del invierno, o para esconderse cuando las flotillas de su majestad les acosaban en demasía... Vivían en una estantería que teníamos en casa, encima de la máquina de coser, y a la que la familia –con ciertas pretensiones, por nuestra parte– llamábamos 'la biblioteca'. De ahí, cada tarde a la hora de la salida de los colegios, zarpaba una flotilla de piratas. Se dejaban caer por el hilo de la luz hasta llegar a unos cuatro o cinco palmos del suelo, donde un niño con la boca manchada de chocolate y la cabeza llena de pájaros, les estaba esperando para irse con ellos a recorrer el mundo. Si sabré yo cómo son los piratas... Yo estuve con Morgan cuando asoló Maracaibo y con Morgan caí en una emboscada que me tendieron los aborígenes. Allí Morgan dejó de escribir y de leer: lo descuartizaron. Yo salvé la vida milagrosamente gracias a mi reputada habilidad para salir corriendo, y después de andar quince días y quince noches perdido entre los manglares, me rescataron –exhausto ya– una banda de predicadores luteranos que andaban por ahí tratando de cristianizar a alguien, y me montaron en un barco y me mandaron otra vez a la Tortuga, que es donde van todos los piratas que se quedan sin empleo. Allí coincidí con Drake, pero no me gustó, no. Drake era muy británico. Yo me volví y luego me embarqué con Raley y luego con John Avery, al que llamábamos "el Largo", porque medía dos metros diez. Y luego, volví a casa porque estaba anocheciendo y mi madre tiene muy mal carácter cuando no ve a todos sus hijos juntos a la hora de cenar. Si sabré yo cómo son los piratas... Cierto que de vez en cuando se les va la mano, y en un abordaje pues se exceden en eso de robar y de matar y de incendiar y de violar, incluso contra natura... La soledad, ¿qué quiere usted? Eso es verdad, pero también hay que poner en el otro platillo de la balanza, las virtudes que adornan al pirata: el pirata es leal, íntegro, incluso tierno y sensible, hasta el punto de colgarse un trapo negro aquí en el ojo, en señal de luto y de recuerdo por aquel hermano que se les fue –el hermano de éste– a ver el mundo por su cuenta y que nunca más volvió al hogar...»
Les dejo también un video y la letra de la canción.
Una de piratas
(Joan Manuel Serrat)
Todos los piratas tienen
un temible bergantin,
con diez cañones por banda
y medio plano de un botin
que enterraron en la orilla
de una playa en las Antillas.
Todos los piratas tienen
un lorito que habla en frances,
al que relatan el glosario
de una historia que no es
la que cuentan del corsario.
Ni tampoco lo contrario.
Por un quitame esas pajas te pasan por la quilla.
Pero en el fondo son unos sentimentales
que se graban en la piel
a la reina del burdel
y se la llevan puesta a recorrer los mares.
Marchando una de piratas ...
Larga vida y gloria eterna.
Para hincarles de rodillas
hay que cortarles las piernas.
Todos los piratas tienen
atropellos que aclarar,
deudas pendientes y asuntos
de los que mejor no hablar.
Se beben la vida de un trago
y se ríen con descaro.
Hasta que un dia, temblando
en la popa de un velero,
la encuentran, y traicionando
la ley del filibustero,
no reclaman el rescate
y rehuyen el combate.
Cuando los piratas son hombres enamorados
de una piel que huele a jazmines, rompen promesas
con sus hermanos del ayer
y huyen al amanecer
rumbo a un puerto que aun no ha puesto precio a su cabeza.
Marchando una de piratas ...
Nadie doblego su espada
y basto una mujer hermosa
para cortarles las alas.
No hay historia de piratas
que tenga un final feliz.
Ni ellos ni la censura
lo podían permitir.
Por la espalda, en una esquina,
gente a sueldo los asesina.
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