Señor rey Juan Carlos de Borbón:
Quiero recordarle, señor rey de España, que aquí en estas tierras llamadas las Indias Occidentales por los primeros invasores, hubo hace poco una espantosa, cruel y fierísima guerra contra ustedes y precisamente para desconocer su corona, su voz, su mandato. Fue una guerra reciente y aún estamos pagando sus horribles consecuencias. De modo que no pensábamos más, en estas tierras, tener que darle cuentas a usted de nada de lo que hacemos en estas regiones. No tenemos aquí reyes en América, y nuestro Libertador Simón Bolívar despreció en todo momento ese título, además de desconceptuar y echar al desprecio a quienes quisieron convertirlo en monarca.
Somos libres, republicanos y socialistas, señor rey, y el único soberano entre nosotros es el pueblo. En verdad que hemos venido luchando desde hace siglos para no tener nunca más entre nosotros una voz despótica y agresiva como la que usted usó en la última Cumbre Iberoamericana, en Chile. Usted, además de no ser verdaderamente miembro de esta comunidad, por no ser elegido por pueblo alguno, debe también recordar que aquí ya no existen vasallos suyos. Yo, señor rey, provengo de aquellos que indios y negros que sufrieron los destrozos de los demonios voraces que aquí enviaban sus ascendientes. Y aún viven en mí, sus ayes, sus dolores, sus temblores de ira y el deseo de vengar tantas atroces matanzas y afrentas. Usted, señor rey debe recordar esto en cada instante, a aquellos demonios a los que se les abrió un apetito de muerte sin límite ni medida, y acabaron con nuestros indígenas y llenaron de pestes, odios, maldades y esclavitud por más de 300 años estas tierras. Señor, ¡qué categoría de fieras aquéllas!, ¡qué joyas de tan elevados pedigrí!, que en pocos años había suficiente crímenes y desastres entre nosotros como para dejar pálidos a cuantos cometieron juntos Atila, Caligula, Nerón, Hitler o Franco.
No tenía usted por qué estar allí, entre nosotros en esa Cumbre, quienes sufrimos el holocausto de las monstruosas acciones de sus tatarabuelos. Entienda señor rey que nada aportaron ustedes a la causa humanitaria de nuestros pueblos. Nos dejaron durante siglos sin educación, sin justicia, sin instituciones, sin disciplina, sin sentido de hermandad ni valores humanos de ningún tipo. Lo que quedó aquí fue un grito horrible que usted ha revivido en Chile y que nos llega hasta más allá de los tuétanos: “¡A callar, a callar, a callar!”
¡Ay, rey, que poco sabes del dolor que hay en nosotros! Un dolor que cubre todo el tiempo de la humanidad. Señor rey, usted se ha expresado como lo que es y han sido todos tus parientes. Sólo le voy a poner aquí, digno monarca de sus antepasados, unas palabras de Bolívar para que las enmarques y las lea todos los días, y para que también se las envíe a su querido José María Aznar: “Un continente separado de la España por mares inmensos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos a una dependencia degradante y tiránica… Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana… El español feroz, vomitado sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña… Señaló su entrada en este el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva; y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado.”
Un hombre, señor rey, que escriba así, es porque lleva sangre india y negra en sus venas.
El indio Bolívar, en negro Bolívar, el mulato Bolívar, ese es el que cada venezolano lleva hoy en su sangre, en sus nervios, en su corazón.
Larga paciencia hemos aguardado esperando este momento de hoy en el que somos libres, y gracias a Dios no tenemos que entregarle cuenta a ningún soberano extranjero, y España nos importa menos que un comino. Allá ustedes que siguen sometidos a vírgenes de siete puñales, a los toros, al fútbol, a los cantantes espantosamente sifrinos y a los cotilleos de las revistas del corazón. Que les aproveche, pero aquí nunca nadie jamás callará, señor rey.
Ya debe saber, pues, señor rey, por qué no me callo ni nadie podrá callarnos, que hemos venido a decir nuestras verdades que son las mismas que Bolívar proclamara hace unos ciento noventa años. Que esa misma imprecación suya fue la que se impuso el día del golpe del 2002, cuando todos los medios poderosos (que también son suyos) que le aman y le veneran con pasión pesetera, pretendieron acallar la voz del pueblo. Ya aquí no hay Cristo que nos pueda hacer callar.
Aquí, señor rey, a lo único que veneramos es la libertad del pueblo. No obedecemos a aristocracia alguna sino al talento creador, al amor y a la igualdad. Si no se excusa ni pide perdón a la ofensa hecha a la majestad de lo que el pueblo en tres elecciones ha ratificado, habrá usted sencillamente hecho honor a la soberbia que tanto caracteriza a los monarcas que cada cincuenta años sumergen a España en horribles guerras fraticidas. Ya hemos dicho en este caso lo que teníamos que decir.
Sin otro particular,
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Quiero recordarle, señor rey de España, que aquí en estas tierras llamadas las Indias Occidentales por los primeros invasores, hubo hace poco una espantosa, cruel y fierísima guerra contra ustedes y precisamente para desconocer su corona, su voz, su mandato. Fue una guerra reciente y aún estamos pagando sus horribles consecuencias. De modo que no pensábamos más, en estas tierras, tener que darle cuentas a usted de nada de lo que hacemos en estas regiones. No tenemos aquí reyes en América, y nuestro Libertador Simón Bolívar despreció en todo momento ese título, además de desconceptuar y echar al desprecio a quienes quisieron convertirlo en monarca.
Somos libres, republicanos y socialistas, señor rey, y el único soberano entre nosotros es el pueblo. En verdad que hemos venido luchando desde hace siglos para no tener nunca más entre nosotros una voz despótica y agresiva como la que usted usó en la última Cumbre Iberoamericana, en Chile. Usted, además de no ser verdaderamente miembro de esta comunidad, por no ser elegido por pueblo alguno, debe también recordar que aquí ya no existen vasallos suyos. Yo, señor rey, provengo de aquellos que indios y negros que sufrieron los destrozos de los demonios voraces que aquí enviaban sus ascendientes. Y aún viven en mí, sus ayes, sus dolores, sus temblores de ira y el deseo de vengar tantas atroces matanzas y afrentas. Usted, señor rey debe recordar esto en cada instante, a aquellos demonios a los que se les abrió un apetito de muerte sin límite ni medida, y acabaron con nuestros indígenas y llenaron de pestes, odios, maldades y esclavitud por más de 300 años estas tierras. Señor, ¡qué categoría de fieras aquéllas!, ¡qué joyas de tan elevados pedigrí!, que en pocos años había suficiente crímenes y desastres entre nosotros como para dejar pálidos a cuantos cometieron juntos Atila, Caligula, Nerón, Hitler o Franco.
No tenía usted por qué estar allí, entre nosotros en esa Cumbre, quienes sufrimos el holocausto de las monstruosas acciones de sus tatarabuelos. Entienda señor rey que nada aportaron ustedes a la causa humanitaria de nuestros pueblos. Nos dejaron durante siglos sin educación, sin justicia, sin instituciones, sin disciplina, sin sentido de hermandad ni valores humanos de ningún tipo. Lo que quedó aquí fue un grito horrible que usted ha revivido en Chile y que nos llega hasta más allá de los tuétanos: “¡A callar, a callar, a callar!”
¡Ay, rey, que poco sabes del dolor que hay en nosotros! Un dolor que cubre todo el tiempo de la humanidad. Señor rey, usted se ha expresado como lo que es y han sido todos tus parientes. Sólo le voy a poner aquí, digno monarca de sus antepasados, unas palabras de Bolívar para que las enmarques y las lea todos los días, y para que también se las envíe a su querido José María Aznar: “Un continente separado de la España por mares inmensos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos a una dependencia degradante y tiránica… Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana… El español feroz, vomitado sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña… Señaló su entrada en este el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva; y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado.”
Un hombre, señor rey, que escriba así, es porque lleva sangre india y negra en sus venas.
El indio Bolívar, en negro Bolívar, el mulato Bolívar, ese es el que cada venezolano lleva hoy en su sangre, en sus nervios, en su corazón.
Larga paciencia hemos aguardado esperando este momento de hoy en el que somos libres, y gracias a Dios no tenemos que entregarle cuenta a ningún soberano extranjero, y España nos importa menos que un comino. Allá ustedes que siguen sometidos a vírgenes de siete puñales, a los toros, al fútbol, a los cantantes espantosamente sifrinos y a los cotilleos de las revistas del corazón. Que les aproveche, pero aquí nunca nadie jamás callará, señor rey.
Ya debe saber, pues, señor rey, por qué no me callo ni nadie podrá callarnos, que hemos venido a decir nuestras verdades que son las mismas que Bolívar proclamara hace unos ciento noventa años. Que esa misma imprecación suya fue la que se impuso el día del golpe del 2002, cuando todos los medios poderosos (que también son suyos) que le aman y le veneran con pasión pesetera, pretendieron acallar la voz del pueblo. Ya aquí no hay Cristo que nos pueda hacer callar.
Aquí, señor rey, a lo único que veneramos es la libertad del pueblo. No obedecemos a aristocracia alguna sino al talento creador, al amor y a la igualdad. Si no se excusa ni pide perdón a la ofensa hecha a la majestad de lo que el pueblo en tres elecciones ha ratificado, habrá usted sencillamente hecho honor a la soberbia que tanto caracteriza a los monarcas que cada cincuenta años sumergen a España en horribles guerras fraticidas. Ya hemos dicho en este caso lo que teníamos que decir.
Sin otro particular,
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
8 comentarios:
muy buen aporte el mostrar esta carta, dice muchas verdades. Será realmente de Chavez? Quiero saber la fuente de donde la sacaste jajaj. Viva el pueblo bolivariano de Venezuela!!!
Abrazo
PD. muy buenos los temas!
De pié, amigo, aplaudo sin cansarme!
Un abrazo!
Fran! la fuente es esta:
http://www.aporrea.org/tiburon/a45194.html
Que la envió Chavez, la envió, no sé si la escribió él, pero supongo que sí. Quiero creer que sí...
Saludos!
Una linda carta, a decir verdad, más allá de que su persona no sea de mi agrado. Yo lo veo como un payaso del comunismo (más allá de concordar con sus ideas); un tipo que provoca sabiendo que no puede recibir ningún golpe a cambio. Burlarse de EE.UU como lo hizo durante el gobierno de Bush me parece muy bajo, sobretodo teniendo en cuenta que las relaciones entre ambos no pueden romperse dado ese tráfico de petroleo que circulaba y sigue circulando, supongo. ¡Ojo! No estoy defendiendo al capitaslismo yankee, pues eso nunca saldrá de mi persona, pero, más allá de toda la razón que pueda tener, la burla y la provocación no creo que sean las herramientas para derrocar a un sistema como el capitalista.
En cuanto a lo que la carta dice, me limito a un modesto "me gusta, me gusta" y espero que quien la haya escrito adopte otro camino para destruir un sistema que odiamos (siéntase incluído todo aquel que quiera).
Un saludo!
Aguante el comnandate Chavez.
Peronista de verdad!.
Muy buena la carta.
Chavez siempre esta dando la nota, por eso su estilo es odiado y amado por igual.
De todas maneras, lo importante es lo que hace y en lo que a mi respecta es lo único que cuenta.
Saludos, Marcelo
No sabía si dejártelo acá o qué. Me quedé con lo que me escribiste de los piquetes.
Hablándolo en una clase de economía el año pasado, nos pusimos a pasar revista de cómo el fenómeno se fue modificando y perdió su eje.
Es decir, empezó en Cutral Có, como la única alternativa de una sociedad que dio su manotazo de ahogado, trayendo aparejada la muerte de Teresa Rodríguez.
Ahora, pareciera que cualquier motivo es justo para cortar una ruta.
En fin..
Chusmeate esto después, es la versión larga de lo que intenté decir: http://catedras.fsoc.uba.ar/toer/articulos/txt-zibechi01.htm
Besote..
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