Es difícil la tarea de mantener un blog actualizado periódicamente. Se debe, al menos en mi caso que hay momentos en los cuales tengo tantas cosas para escribir que no me alcanzan los dedos ni las hojas de mi cuaderno, y otros en los cuales no puedo generar una oración coherente que contenga las palabras: liebre, cazador, campo. Así que he decidido, antes que poner cosas que ni siquiera me satisfacen a mí, dejar el blog en espera, y cuando se me cruza algo por la cabeza sobre lo que escribir, recién ahí actualizar. Así que ahora me veo, después de un largo tiempo, escribiendo algo. Espero les interese.
Estereotipos de personas hay muchos, pero hay uno que tiene especial aceptación y aún admiración en la sociedad actual. Es el tan conocido “vivo”. El que siempre cae parado, que todo lo sabe, y si no lo sabe lo inventa. Es imposible ir por la vida sin conocer muchas personas así. Es la clase de personas que siempre tratan de aprovecharse de una vil ventaja. Lo peor, y sobre lo que me quiero detener en este momento, es la falta de principios de estas personas. De una persona sin principios nada se puede esperar. Van por la vida buscando de donde sacar provecho. Se hacen amigo de un tipo solo para tomarse un café de arriba. Si a usted caminando se le cae la billetera y no se da cuenta, si por una de esas casualidades viene una de esas personas atrás suyo, olvídese de recuperarla. Ni siquiera piense que va a tener la amabilidad de devolverle los documentos. Él sacará la plata, y tirará el resto. Sin el más mínimo cargo de conciencia, por supuesto. Van desvergonzados por la vida. No les afecta en nada que alguien descubra sus artimañas. Pareciera que estoy hablando de un grupo reducido de personas, ojala fuera así, pero no.
Cualquiera que haya visto un partido de fútbol se dará cuenta como se tiran al piso los jugadores ante el más mínimo contacto con el rival. A veces ni siquiera lo tocan y ya se están revolcando, esperando que el árbitro cobre una falta a favor de su equipo. Incluso, si éste no la cobra inmediatamente el jugador en un acto de humillación terrible protesta. Ni siquiera tienen la más mínima consideración por sus colegas, son capaces de pedir una tarjeta al jugador rival por una falta que nunca existió. Una persona que hace eso es un alcahuete, no tiene un poquito de orgullo. Añoranza tengo de los jugadores de antes, que al recibir una feroz patada, se levantaban inmediatamente, sacando pecho, y evitando que el dolor de su pierna se traduzca en su cara.
Quisiera ser periodista deportivo y poder preguntarle a alguno de esos jugadores desvergonzados que fingen faltas porqué trataron de sacar ventajas de forma indigna. Quisiera escuchar su respuesta.
Por otra parte, cuando aparece alguien que sí entiende el juego, que sí tiene códigos, y que sí tiene un poco de dignidad, como Nelson Ibáñez, arquero de Godoy Cruz, que en el partido contra Banfield, le atajó un penal a Cristian Lucchetti, arquero de éste último equipo, retuvo en sus manos la pelota hasta que Lucchetti volvió a su arco. El partido terminó empatado, otra razón más por la cual es destacable el hecho. Esa actitud, que debería haber sido recalcada como un acto de dignidad excepcional fue criticada por algunos. Estamos tan desacostumbrados a estos actos que ni siquiera sabemos valorarlos de vez en cuando.
Pero entre toda esa gente, aún quedamos algunos, que preferimos perder un partido de fútbol y no nuestra dignidad, que preferimos pasar hambre antes que vivir de la costilla de otro. No sé como hay gente que tiene esa necesidad de ser “vivo”, uno esta tan bien de gil que no entiende...
Estereotipos de personas hay muchos, pero hay uno que tiene especial aceptación y aún admiración en la sociedad actual. Es el tan conocido “vivo”. El que siempre cae parado, que todo lo sabe, y si no lo sabe lo inventa. Es imposible ir por la vida sin conocer muchas personas así. Es la clase de personas que siempre tratan de aprovecharse de una vil ventaja. Lo peor, y sobre lo que me quiero detener en este momento, es la falta de principios de estas personas. De una persona sin principios nada se puede esperar. Van por la vida buscando de donde sacar provecho. Se hacen amigo de un tipo solo para tomarse un café de arriba. Si a usted caminando se le cae la billetera y no se da cuenta, si por una de esas casualidades viene una de esas personas atrás suyo, olvídese de recuperarla. Ni siquiera piense que va a tener la amabilidad de devolverle los documentos. Él sacará la plata, y tirará el resto. Sin el más mínimo cargo de conciencia, por supuesto. Van desvergonzados por la vida. No les afecta en nada que alguien descubra sus artimañas. Pareciera que estoy hablando de un grupo reducido de personas, ojala fuera así, pero no.
Cualquiera que haya visto un partido de fútbol se dará cuenta como se tiran al piso los jugadores ante el más mínimo contacto con el rival. A veces ni siquiera lo tocan y ya se están revolcando, esperando que el árbitro cobre una falta a favor de su equipo. Incluso, si éste no la cobra inmediatamente el jugador en un acto de humillación terrible protesta. Ni siquiera tienen la más mínima consideración por sus colegas, son capaces de pedir una tarjeta al jugador rival por una falta que nunca existió. Una persona que hace eso es un alcahuete, no tiene un poquito de orgullo. Añoranza tengo de los jugadores de antes, que al recibir una feroz patada, se levantaban inmediatamente, sacando pecho, y evitando que el dolor de su pierna se traduzca en su cara.
Quisiera ser periodista deportivo y poder preguntarle a alguno de esos jugadores desvergonzados que fingen faltas porqué trataron de sacar ventajas de forma indigna. Quisiera escuchar su respuesta.
Por otra parte, cuando aparece alguien que sí entiende el juego, que sí tiene códigos, y que sí tiene un poco de dignidad, como Nelson Ibáñez, arquero de Godoy Cruz, que en el partido contra Banfield, le atajó un penal a Cristian Lucchetti, arquero de éste último equipo, retuvo en sus manos la pelota hasta que Lucchetti volvió a su arco. El partido terminó empatado, otra razón más por la cual es destacable el hecho. Esa actitud, que debería haber sido recalcada como un acto de dignidad excepcional fue criticada por algunos. Estamos tan desacostumbrados a estos actos que ni siquiera sabemos valorarlos de vez en cuando.
Pero entre toda esa gente, aún quedamos algunos, que preferimos perder un partido de fútbol y no nuestra dignidad, que preferimos pasar hambre antes que vivir de la costilla de otro. No sé como hay gente que tiene esa necesidad de ser “vivo”, uno esta tan bien de gil que no entiende...
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