domingo, 14 de junio de 2009

¿Para qué ahorramos tiempo?

Que el tiempo vale oro, es algo que los creadores del pensamiento popular nos impusieron como verdad y en lo que todos coincidimos. Pero esta afirmación está verdaderamente muy acotada. El tiempo vale mucho más que eso. Todo millonario de estos tiempos, en su momento de agonía, cambiaría toda su fortuna por un día más de vida, pero ni siquiera ellos pueden comprar un segundo.
No seré yo quien diga que la vida se mide según el tiempo que esta duró. De hecho, estoy seguro de que la calidad y el disfrute depende de la cantidad de vivencias que ésta nos deje, de experiencias, de anécdotas, de victorias y de derrotas, de ilusiones y desilusiones. Pero el tiempo es componente de todas ellas. El tiempo vacío no sirve de nada. Lo que realmente importa son las cosas que con él se pueden hacer. Es condición necesaria para todo, pero suficiente para nada.
En los tiempos que corren nos dimos cuenta de eso, y hay una locura colectiva por su aprovechamiento. Detengámonos un minuto a pensar en todas las cosas que nos hacen ahorrar tiempo con respecto a hace un par de décadas atrás. Tenemos, por ejemplo, lavarropas automáticos. Antes las señoras pasaban horas y horas enjuagando la ropa, ahora simplemente se pone la ropa, se aprieta un botón y listo. El lavarropas, el lavavajillas, la cafetera, el delivery, todo está destinado a hacernos ahorrar tiempo. Últimamente salieron al mercado unas hamburguesas que basta con ponerlas 2 minutos al microondas y están listas para comerse. Los locales de comida más globalizados y con más concurrencia de personas son los conocidos como lugares de “comida rápida”. Cuando vas a comprar una computadora lo primero que te dicen es la velocidad de su disco duro. Autos, motos, trenes, y hasta incluso ascensores y escaleras mecánicas están destinados a andar cada día más rápido.
Las personas no nos podemos aislar del mundo, y vivimos así, cada día más apurados, el ritmo con el que se camina en la calle es una fiel prueba de esto. Es una rueda, de la cual una vez que entras no podés salir. Cuando te querés dar cuenta ya estás adentro, y estás apurado, llegando tarde, y dejando cosas pendientes.
Miren que paradoja, en un mundo donde todo está destinado a hacernos ahorrar tiempo estamos cada vez más apurados y el tiempo a nadie le alcanza para nada. ¿Qué estamos haciendo con todo ese tiempo? ¿Para qué ahorramos el tiempo? No será que cada vez hacemos mas cosas y de ninguna disfrutamos. Las cosas que no son disfrutadas, no valen la pena de ser vividas. Y si con esta nueva forma de vida, en la cual nos vemos obligados a hacer miles de cosas a la vez, nos hace no poder disfrutar de las cosas, debemos replantearnos las cosas.

sábado, 13 de junio de 2009

"Aquí la realidad es sospechosa"

“La torpeza de estas criaturas proviene del esfuerzo que ponen en no apartarse un ápice de los mandatos recibidos, como si la realidad no estuviese en condiciones de reservar cambios ni sorpresas. Aún cuando los gana la extrañeza, estos personajes no se animan a romper con las circunstancias impuestas y parecen representar a un mundo sin voluntad. Hacia algún lugar estarán yendo, pero es evidente que este presente está inmerso en un modelo que no fue pensado por ellos o, lo que es peor, ‘no está siendo pensado’ por ellos.
Es un maleficio que cae sobre los que confabulan, sobre esos seres que van por los caminos ya legitimados. Sus acciones, sus palabras y la música que tocan ya están definidos en las partituras de sus atriles. Representan un universo agotado que no encuentra salida dentro de sus márgenes. En ese universo los hombres heredaron una historia, pero dejaron de hacer historia. Están ahí a costa de mutilar la experiencia, la posibilidad de hacer historia. Sin espíritu crítico están perdidos en un mundo ya hecho y asumido como verdad y que impide buscar otros caminos. Podrán sentir placer, pero en realidad son repetidores de verdades.”
Diego Cazabat, Director de La conspiración de los objetos