martes, 29 de septiembre de 2009

¿En qué puedo ayudarlo?

- Movistar buenas noches, mi nombre es Gabriela. ¿En qué puedo ayudarlo?
- Buenas noches Gabriela. Mire, debo confesarle que tengo dos problemas. Uno fácil y otro difícil.
- Bien, dígame. ¿Qué problemas?
- ¿El fácil o el difícil?
- Cualquiera de los dos. Trataré de solucionarlos ambos.
- Bien, yo también espero lo mismo. Empecemos por el fácil, a lo mejor nos lleve de alguna forma al difícil: mi celular no recibe mensajes de texto.
- Déme un minuto que chequeo sus datos. ¿El celular que tiene problemas es el mismo del que me está llamando?
- Así es.
- ¿Roberto Acevedo es su nombre señor?
- Sí.
- Bien. Espere que me dijo que problema tiene su celular.
- Muy bien, disculpe el atrevimiento Gabriela, no me quiero intrometer demasiado en su vida, si apenas escuché su voz, pero siento en usted un acento cordobés. ¿Vive usted en Córdoba?
- Sí, las oficinas de la compañía se encuentran en Córdoba. El sistema me dice que no tiene ningún problema con la línea. ¿Hace cuánto no recibe mensajes su celular?
- Que linda ciudad, dicen que las mujeres de allí son las más lindas del país.
- ¿Hace cuánto no recibe mensajes su celular?
- Ah, disculpe, había olvidado su pregunta. Me compré el celular la semana pasada y no he recibido ninguno todavía. Tampoco llamadas, algo anda muy mal.
- Entiendo. Disculpe la obviedad de mi pregunta, pero ¿alguien le ha mandado mensajes o ha intentado llamarlo?
- Ese es el problema difícil Gabriela.
- ¿Disculpe?
- Claro, ese es el problema difícil. Me he comprado el celular, para que no me molesten mis amigos en los momentos que no quiero saber de ellos. Por decirlo de otra forma, he comprado este celular para hablar con mujeres únicamente.
- Señor, voy a pedirle que sea expeditivo en esto y que me explique de una vez por todas que problema tiene con su celular así veo si puedo o no ayudarlo.
- Mi celular anda bien, ¡perfecto! El que no anda bien es su dueño. Ninguna mujer me ha mandado un mensaje últimamente. Tampoco he podido darles mi número, es que ni siquiera hablo con ellas.
- ¿Y en qué puedo ayudarlo yo señor?
- Vea, es usted una señorita veinteañera, con un acento cordobés encantador, esa hermosa voz no puede estar contenida en un envase que no sea digno de ella. ¿Qué pensaría usted si yo le dijera que yo podría ser el hombre que usted siempre estuvo esperando?
- Pensaría que usted tiene graves problemas.
- ¿Espera usted que el hombre de sus sueños venga con un cartel indicador pegado en la frente? Permítame que le diga, señorita, que el mundo está como está por la falta de amor. El amor hace a las personas felices y en este mundo casi nadie está feliz. La gente espera el amor de sus vidas pero es incapaz de salir a buscarlo.
- ...
- Compréndame. Dígame usted cuanta gente linda ve por la calle, cuántas personas que podrían ser su alma gemela y usted ni siquiera saluda. No puede esperar casarse con la persona con la que trabaja, o con la que estudia, o con la que van al mismo bar. El mejor amor es el más inesperado quizás. Nadie debería darse el gusto de no entablar conversación con alguien.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Amigo.

“Tengo salud para estudiar y perseguir mujeres,

¿Qué más puedo pedir?”


Pancho dixit


Sos un grande Pancho, y cuando me dijiste que aprendiste eso en el camino al colegio, volví a escuchar el timbre de las 2:43 (ó 2:48 si especulamos para agarrar la Traffic salvadora).

La verdad que en esas cuadras aprendí tanto, con el frío helado de la mañana, o con el sofocante calor de las 3 de la tarde. Hablando de lo que sea, de la vida, de la muerte, de Dios, del ser humano, de la religión, de qué hacer antes de un parcial, de mujeres por supuesto. En esas cuadras conocimos al Che, comentamos las canciones de Silvio y hasta le tiramos un pedazo de pan al Manco.

martes, 22 de septiembre de 2009

Muere lentamente - Pablo Neruda

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su
vestimenta
o bien no conversa con quien no
conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones
destrozados.
Muere lentamente
quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!

Pablo Neruda.

martes, 15 de septiembre de 2009

Viaje a Rosario...

Mejor de lo que me imaginaba...

La calidad de mis sueños, se vio disminuida frente a la calidad del viaje.

Gracias por todo, Puma.

martes, 8 de septiembre de 2009

Dos monedas con la misma cara.

El último año del colegio tuve un profesor (entre otros) de esos que dejan un mensaje, que tienen algo que te marcan. Él daba clases de comunicación, la verdad que por ese entonces era la materia que menos me gustaba (cómo la disfrutaría hoy en día). Pero por suerte él era de esos profesores que te hacen gustar la materia. Y la verdad que me la hizo gustar mucho, siempre nos hizo leer cosas interesantes, pero lo que más me gustaba a mí, era cuando nos hacía escribir ensayos. Los temas sobre los cuales escribir al principio los decidía él. De la siguiente forma: supongamos que en el curso éramos 30 alumnos, él daba 15 temas, y por cada tema, a algún chico le tocaba escribir con una postura a favor, y a otro en contra. Esto realmente era muy divertido, ver como se contraponían las opiniones, como el escritor puede persuadir al lector me apasionó.

Pero otra cosa fue lo que más me llamó la atención, o lo que más me dejó pensando. ¿Se podrá utilizar esa postura como forma de vida? Sí... me refiero a la vida cotidiana. Ante cualquier situación que la vida presente ante nosotros, detenernos un segundo a pensarla, y caracterizar la mirada a favor, y la mirada en contra, la optimista y la pesimista, la buena y la mala.


La verdad que esa forma de llevar la vida cotidiana es genial, poder apreciar de todas y cada una de las situaciones de nuestra vida el lado mágico que tienen es hermoso. Les propongo que hagan la prueba, toda situación de nuestra vida tiene un lado bueno, y tiene que ser nuestro objetivo poder localizarlo y obviamente poder disfrutarlo.


Por ejemplo, la necesidad de ir, al menos una vez a la semana, al supermercado a comprar las cosas para subsistir es realmente una tarea aburrida. Pero si tomamos el ir al supermercado como un paseo, vamos tranquilos, disfrutamos viendo los nuevos productos, nos ponemos a analizar los envases, por qué no también nos reímos de alguna señora mayor que está intentando leer la letra chica de un paquete de arroz, o miramos a los nenes que siempre van acompañando a sus madres con miradas cómplices. Les juro que hay muchas cosas divertidas para hacer en un supermercado.


Así pasa con todo, a cada situación de nuestras vidas podemos encontrarle su lado positivo. Yo que ustedes, lo intento.

martes, 1 de septiembre de 2009

El reloj.

El reloj hace alusión al tiempo, y esto nos hace pensar en la gente que vive prisionera del tiempo, de los que viven ansiosos, a las personas que no saben aprovechar el tiempo y que por el contrario sobrecargan su vida de cosas, y este nunca les alcanza. Horas podríamos hablar de todos estos temas, pero otra cuestión es la que ocupa mi atención.


Enfoquémonos en los relojes, ¿Quién es capaz de poner en duda la dignidad de un reloj? Tan frágil que parece, de dimensiones tan pequeñas, esconde en sus adentros, la mayor fidelidad que un ser puede tener. Basta con darle una ayuda, y cada tanto ponerle una pila nueva, y el se encargará de contarnos todos los segundos que nos toquen transitar. Será un compañero que estará con nosotros en las buenas y en las malas. Cuando más lo necesitemos estará disponible, con el dato certero de cuántos minutos de nuestro día han pasado. ¿Aún duda de los relojes? Haga la prueba, póngase un día usted en papel de un reloj y cuente todos los segundos del día. Sólo ahí verá la difícil labor que mantienen los relojes todos los días. Incluso cuando nosotros, faltándole el respeto no le prestamos atención, o incluso lo olvidamos dentro de algún coqueto estuche. Pero es ahí donde el reloj más puede lucir su dignidad. Por más que nosotros estemos bañándonos, viendo una película, manteniendo relaciones sexuales con nuestra persona amada, y hasta incluso cuando dormimos, el reloj está haciendo su trabajo. Dándonos a cada segundo la hora exacta. Sabe que a nosotros no nos importa, sabe que estamos preocupados en otra cosa, pero el sabe cuál es su trabajo, y créame que saben hacer su trabajo como nadie. Con lo fácil y lo tentadoras que son las distracciones, cerrar los ojos por unos instantes, pensar en nuestras vacaciones (que a ellos obviamente no les damos), abrirle la tranquera a los pensamientos y poner nuestra cabeza en Marte. Todo eso lo tienen prohibido, no por nosotros, ellos mismos se lo prohíben.


Todo esto es entendible, no es lo más común, pero es al menos esperable. Pero hay algo, que sólo en ellos se encuentra. Cuando su pila se acaba y no se la cambiamos, ahí queda evidenciado nuestro abandono. Cuando es seguro ya que nosotros dejamos de prestarle atención, ellos en el acto más digno que jamás haya visto el hombre, con una fuerza que jamás sabremos de dónde proviene, con los ojos llorosos producto del tremendo esfuerzo que están haciendo, nos dan dos veces al día la hora exacta. Saben que no los estamos mirando, pero no les importa. Sin duda, seres dignísimos.


Yo por mi parte, les presento al mío.