domingo, 19 de diciembre de 2010

El libro de Nicovi

(clic en la imagen para ampliarla y poder leer la contratapa)

En el libro están recopilados algunas de las entradas del blog y otros escritos nuevos. Cuenta también en su parte final 3 cuentos y 2 poesías escritas por gente amiga. Gente que también tiene un blog en dónde publicar su locura y que disfruta tanto como yo de la escritura.

La forma en que logré publicar el libro es totalmente independiente, los mandé a imprimir, y ahora yo los vendo por mi cuenta. Si alguien desea no tiene más que ponerse en contacto conmigo (nic_ovi@hotmail.com) y arreglamos. También va a estar a la venta en un comercio situado en Av. San Martín 2386.

El precio es de $20.-

Quiero agradecer a todos los que alguna vez comentaron mi blog, a quienes me dieron palabras de aliento, quienes me hicieron saber que había gente que me leía. Sin este blog y sin ustedes ningún libro hubiera sido posible.

A continuación dejo el prólogo para que lo lean.


PRÓLOGO


¡Felicitaciones! Usted tiene en sus manos un no-libro. Cambie esa cara de sorpresa y disgusto, le explicaré a qué me refiero. Imagínese la siguiente situación: un día caminando por la calle se cruza con un ser celestial y él le hace esta adivinanza: “Tengo tapas pero no soy alfajor, tengo índice pero no soy inflación, tengo autor pero no soy canción, ¿Quién soy?” a lo que usted responde: un libro. El ser le niega con la cabeza y desaparece. Usted no podrá resolver el acertijo a menos que lea estas páginas. Le diré por qué su respuesta es falsa. Para demostrar la falsedad de las premisas es suficiente con dar un contraejemplo, y estas páginas son el contraejemplo.


Le respondí porque la adivinanza era falsa pero quizás el por qué esto no es un libro sigue siendo un misterio para usted. No es un libro porque no podría serlo, no tiene estructura de libro, no sigue una misma línea; se podría decir que es un cambalache de textos, un salpicón de ideas. Tiene forma de libro, pero no lo es. Las cosas no son lo que nos dicen nuestros ojos, los ojos son miopes frente a la capacidad del pensamiento. Debemos conocer esta limitación de nuestra mirada y transportar el pensamiento a lugares invisibles, a las autopistas aéreas que recorren las palomas, y a todos esos lugares que creemos que no existen sólo porque no los podemos ver. Entienda esto, sino nada de lo que usted lea acá tendrá sentido.


Alguien podría decir que tiene algunas facetas de libro de autoayuda, y está en lo cierto, pero de autoayuda para quién lo escribe. Cuando di vida a estos textos fue porque no tenía otra opción. En esos momentos en que la angustia en mi cuerpo excedía el límite de lo posible de soportar, tuve la necesidad de plasmarla en un cuaderno, en una servilleta o en cualquier papel que se me cruzó. Así di con mi pluma un grito aturdidor, y dejé salir todas esas emociones que sentía. Atahualpa Yupanqui hablaba de “cantar las penas para que se las lleven los vientos”. Yo las escribo. También me invadieron los pensamientos optimistas, la felicidad, el amor y el encantamiento. Ahí fue cuando con un pulso más distendido las palabras fueron sintiéndose libres y empezaron a brotar de mi cuerpo, a escaparse por mis dedos, y a deslizarse por las hojas de mi cuaderno como pájaros volando.


Soy un estudiante de ingeniería incapaz de escribir una oración sin explicar teoremas matemáticos. Mis días están plagados de matemática, física, química; materias totalmente rígidas. En ese frígido laberinto me siento sofocado y necesito aire, libertad, espacio para una metáfora, para un doble sentido, para unos puntos suspensivos. En esos momentos bajo la guardia y dejo que ese espíritu, que algunos llaman Nicovi, se apodere de mi cuerpo y me haga fumar habanos, usar boina e ir caminando a altas horas de la noche con las manos en los bolsillos silbando melodías. Es ahí cuando se rompen las estructuras, y se abre la tranquera de la imaginación, el sentimiento, la pasión y el deseo. Quizás ese ya no soy yo, pero es grato ver como entre los blancos y negros se asoma un universo de colores. Esos momentos son los que más disfruto, cuando las estructuras se derrumban a mis pies me río a carcajadas, juego mejor al fútbol, mis amigos se divierten más conmigo y yo me divierto más con ellos; las mujeres me sonríen, me enamoro y me desengaño; sufro y también me muero de alegría.


Hay quien asegura que un artista debe dedicar su vida entera al arte. Es por eso que yo no soy artista, ni siquiera cuando ese extraño ser se apodera de mí. Pero gracias a él tengo un amante, que por las noches entra sigilosamente en mi cama y al que siempre recibo con felicidad para dar rienda suelta a nuestro amor. Quién haya tenido uno, o se los pueda imaginar, sabe que la relación que se tiene con los amantes es muy distinta a todas las otras. A los amantes quizás les dedicamos menos tiempo, pero nunca menos pasión que a las otras relaciones. Cuando nos encontramos explota el deseo. Nos dejamos llevar, enredamos nuestros cuerpos y nuestras almas; queremos ser uno, contaminarnos mutuamente. Los amantes tienen la cualidad de ser desconocidos para los demás, pero son inevitables de ocultar en su totalidad. Se apoderan de tal forma de nuestras vidas que sin querer los estamos nombrando constantemente y las marcas de nuestro amor son indisimulables al día siguiente. Con esto me confieso: tengo una amante, que es la escritura.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Carta

Hijos:

En primer lugar quisiera decirles, o recordarles, lo mucho que los quiero. Ustedes saben que su padre no es quizás el mejor transmisor de sentimientos, que es torpe y muy frontal. Pero también saben que muchas veces una birome le facilita un poco las cosas, y por eso escribe tanto, porque escribe todo lo que le gustaría decir y que su lengua le impide porque se trabaría en todas las erres dejando al mensaje incompleto y desprolijo.

Quiero pedirles perdón por los muchos defectos que he tenido y que tengo. Pero sobre todo le quiero pedir perdón por las últimas peleas que hemos tenido, que tanto nos enfurecen a todos y marchitan nuestra relación. Sabemos lo nocivas que son las peleas, si hasta los enamorados terminan las relaciones cuando estas comienzan a sucederse demasiado. Pero nosotros no podemos alejarnos, ¿cómo lo haríamos si hemos vivido toda la vida juntos? ¿Cómo seríamos autosuficientes si siempre fuimos tan unidos y siempre nos necesitamos tanto mutuamente?

Pero existe algo que nos separa, que crea diferencias que no existen o que no deberían existir entre nosotros, que es mi edad. Les pido perdón hijos, pero estoy envejeciendo. Yo lo veo, lo siento en mí. Ya no soy el de unos años atrás, mi cuerpo cambió, y lo que más me duele es que mi mente también está cambiando. Quiero oponerme pero ya no sé cómo, y ni siquiera sé si puedo. ¿Qué puede hacer un hombre frente a un huracán que se le avecina? ¿Saltar la primera ola? Claro que sí -¿Quién no se arrancó la primera cana?- pero las siguientes nos embisten con tal rudeza que no hay salto que nos salve.

Ya no soy la persona que quise ser, cada vez me alejo más de eso y también me alejo más de ustedes, espíritus jóvenes, famélicos y vigorosos. Pero déjenme decirles que sus luchas de hoy fueron mis luchas de ayer, y es por eso quizás que en sus sueños veo mis frustraciones. La vejez me está volviendo cada vez más precavido y conservador.

Ay, hijos, se me ilumina la mirada imaginándonos por un momento a ustedes y a mí en plena juventud, disfrutando de sus placeres. Cómo me gustaría compartir con ustedes las aventuras y riesgos que desafían y no ser este viejo que se escandaliza cuando me cuentan de sus planes, y que no para de temer por su seguridad y su porvenir. Disfruten de su juventud tanto como puedan, hijos, porque ningún buen porvenir justifica una juventud de viejos.

Quizás ahora no entiendan nada, pero algún día lo entenderán. La vejez nos da experiencia, eso nadie lo puede dudar. Y le digo que algún día van a entender porque yo ya pasé por esto, por esto mismo, pero estando de su lado. Si pudiera desearles algo, les desearía juventud eterna. Pero como sé que ciertas cosas no se realizan por más deseadas que sean sé que de acá a unos años, cuando sus hijos le cuenten alguna de sus descabelladas ideas, se acordarán de esta carta y ese día quizás me entenderán un poquito más.

viernes, 1 de octubre de 2010

Viva Correa, Viva la democracia.

A escasas horas de su liberación, aún no puedo salir del asombro y de la angustia que me invadió cuando me enteré del golpe contra la democracia que se había desarrollado en Ecuador. Ante estos hechos no puedo más que gritar fervorosamente ¡VAMOS CORREA CARAJO! y pedirle humildemente a los Correa, a los Evo, a los Lula, a los Kirchner, y a los demás presidentes que con espíritu revolucionario y transformador buscan mejorar las condiciones de su pueblo, que jamás abandonen su lucha, que es también la nuestra.

"Cuando me extorsionaban les contesté que no perdieran el tiempo, que saldría del Hospital como presidente de una República digna o como cadáver."

Esas son formas de hablar, Sr. Presidente.

jueves, 29 de julio de 2010

Peloteando...

El parque Rivadavia en un día soleado de las vacaciones de invierno presenta una cara poblada y alegre. La gente que está trabajando, con su paso acelerado apuran el ritmo en sus caminos. Los jubilados, habitué por esos lados, controlan con su tierna mirada todo el parque. Pareciera que estuviésemos en otro mundo, lejos de los colectivos que ruidosos pasan por la Av. Rivadavia.

Entre los ancianos y los trabajadores nos encontramos con todo tipo de personas en diferentes situaciones. Las parejas, siempre presentes en esos lados que desabrigados combaten la brisa entre besos y abrazos, los amigos que entre risas y cargadas hacen girar un mate.


Pero ninguna imagen me quedó tan grabada como aquellas de los cientos de chicos que había peloteando, de a dos, de a tres, haciéndose pases y corriendo el fútbol por el parque. No pude contener el escalofrío que recorrió mi cuerpo cuando los ví. Yo que desde que llegué a la gran ciudad fui un abonado a ese tipo de prácticas. Días enteros jugando y peloteando, con mi padre primero y con mis amigos después, y hoy paso entre ellos ignorado. Ya no me sentí uno de ellos, me sentí extraño, ajeno. Fue mientras atravesaba el parque que escuché a una madre gritar: “Vení Gonza, acá hay dos chicos para jugar”, no pude más que responder con voz nostálgica y a propósito inoible: “acá hay otro”.


P.D.: Quedo a la espera de una invitación para ir a la plaza a jugar a la pelota.

miércoles, 7 de julio de 2010

Mi gran amigo mío.

Mucho se habla sobre los amigos, sobre quiénes son los verdaderos amigos, quiénes son los amigos de ocasión, quiénes los amigos que están sólo en las buenas, y quiénes los amigos que están en las malas. Está públicamente aceptado que los verdaderos amigos, o aquellos que más merecido tienen esa designación son aquellos que están en las buenas, y sobre todo en las malas. Bienvenida sea la ocasión para recordar alguna de las tantas frases sobre el tema: “Un amigo verdadero es alguien que cree en ti aunque tú hayas dejado de creer en ti mismo”.


Bien eso está claro, ahora a lo que quiero llegar es que nosotros tenemos que ser amigos nuestros, y debemos querernos a nosotros mismos. Y el tema es ¿qué amigo nuestro somos con nosotros mismos? ¿Somos el vil amigo que está para las alegrías, los cumpleaños y los asados? ¿O somos el amigo que nos acepta como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos?


Creo yo que debemos ser ese buen amigo y estar en todas. Debemos querernos en las victorias y en las derrotas. Obvio que es más fácil querernos cuando nos apoderamos de los triunfos, por decirlo de alguna forma, cualquiera se quiere cuando sale del Aula Magna de la facultad de medicina con el título de cirujano bajo el brazo, o cuando acaba de meter el gol que definió el partido en una victoria. Pero el tema está en querernos cuando un dos en tinta roja y desprolijo ensucia la parte superior de nuestro final, o cuando aquella pelota se estampó en el travesaño.

sábado, 6 de febrero de 2010

Algo sabía quién inventó el ajedrez.


El ajedrez es sin duda uno de los mejores juegos que jugué en mi vida. La mezcla perfecta entre estrategia e intuición lo hicieron mi juego favorito.

Sin embargo, había en ese juego que tanto me gustaba algo que no terminaba de entender. ¿Cómo podía ser que el Rey, que es la pieza clave del juego, sólo se pueda mover de a un casillero, y la dama pueda moverse desde su posición tanto vertical, horizontal y diagonalmente todos las casilleros que desee?

Entre alfiles y caballos pasó mi niñez y entre esos mismos compañeros transito mi adolescencia. No obstante, esa duda seguí en mí, y a medida que se acrecentaba mi número de partidas le encontraba menos explicaciones. Fue la vida quién se ocupo de que yo le encontrara una explicación, y lo hizo ni más ni menos que haciendo entrar a mi vida a una dama, a una verdadera dama.

Ahora cuando la vida me pone en jaque, y mis limitados movimientos no me permiten escaparme de semejante situación, es ella quién demuestra todo su poderío, y se desliza por los senderos de la vida con la misma facilidad que por un tablero de ajedrez, y me protege del tan temido jaque mate.

jueves, 14 de enero de 2010

Refutación del Paraíso Celestial

¿De dónde habrá salido eso irse al cielo? ¿En qué consiste claramente? ¿Con qué fin alguien le hizo creer al pueblo semejante barbaridad? Esas y otras preguntas me ocuparon mi cabeza últimamente. Y alguna respuesta tenían que tener, o al menos para mí.

El cielo fue el mejor invento de la antigüedad, o al menos el mejor invento para unos pocos. Con el cielo consiguieron tener al pueblo dominado, oprimido, explotado. La promesa del cielo hacía al pueblo capaz de soportar cualquier ignominia. Lo que consiguieron los poderosos de aquella época (la iglesia, sin lugar a dudas jugando un papel muy importante) era tener un pueblo dominado, dormido, que sólo esperaba el paraíso celestial que le habían prometido. Su lucha se concentraba solamente en aguantar el tiempo necesario para conseguir su lugar en el Edén. En la tierra nada importaba; la injusticia y los demás males serían recompensados en el cielo.

De eso se dio cuenta Karl Marx, que sí sabía cómo eran las cosas, sabía que en la tierra tenía que haber una sociedad justa, porque no había ningún cielo, ni ninguna recompensa en el más allá. Fue por esa época cuando escribió su célebre frase “La religión es el opio de los pueblos”. Lo que se necesitaba en aquellas épocas era un pueblo despierto, que sabía que lo querían engañar sólo para poder explotarlo sin temor a ninguna subversión. Ese era el pueblo que necesitaba Marx para poder llevar adelante una Revolución. Un pueblo capaz de luchar por lo que le correspondía: la igualdad.

martes, 5 de enero de 2010

Un toque de humor...