jueves, 14 de enero de 2010

Refutación del Paraíso Celestial

¿De dónde habrá salido eso irse al cielo? ¿En qué consiste claramente? ¿Con qué fin alguien le hizo creer al pueblo semejante barbaridad? Esas y otras preguntas me ocuparon mi cabeza últimamente. Y alguna respuesta tenían que tener, o al menos para mí.

El cielo fue el mejor invento de la antigüedad, o al menos el mejor invento para unos pocos. Con el cielo consiguieron tener al pueblo dominado, oprimido, explotado. La promesa del cielo hacía al pueblo capaz de soportar cualquier ignominia. Lo que consiguieron los poderosos de aquella época (la iglesia, sin lugar a dudas jugando un papel muy importante) era tener un pueblo dominado, dormido, que sólo esperaba el paraíso celestial que le habían prometido. Su lucha se concentraba solamente en aguantar el tiempo necesario para conseguir su lugar en el Edén. En la tierra nada importaba; la injusticia y los demás males serían recompensados en el cielo.

De eso se dio cuenta Karl Marx, que sí sabía cómo eran las cosas, sabía que en la tierra tenía que haber una sociedad justa, porque no había ningún cielo, ni ninguna recompensa en el más allá. Fue por esa época cuando escribió su célebre frase “La religión es el opio de los pueblos”. Lo que se necesitaba en aquellas épocas era un pueblo despierto, que sabía que lo querían engañar sólo para poder explotarlo sin temor a ninguna subversión. Ese era el pueblo que necesitaba Marx para poder llevar adelante una Revolución. Un pueblo capaz de luchar por lo que le correspondía: la igualdad.

martes, 5 de enero de 2010

Un toque de humor...