jueves, 29 de julio de 2010

Peloteando...

El parque Rivadavia en un día soleado de las vacaciones de invierno presenta una cara poblada y alegre. La gente que está trabajando, con su paso acelerado apuran el ritmo en sus caminos. Los jubilados, habitué por esos lados, controlan con su tierna mirada todo el parque. Pareciera que estuviésemos en otro mundo, lejos de los colectivos que ruidosos pasan por la Av. Rivadavia.

Entre los ancianos y los trabajadores nos encontramos con todo tipo de personas en diferentes situaciones. Las parejas, siempre presentes en esos lados que desabrigados combaten la brisa entre besos y abrazos, los amigos que entre risas y cargadas hacen girar un mate.


Pero ninguna imagen me quedó tan grabada como aquellas de los cientos de chicos que había peloteando, de a dos, de a tres, haciéndose pases y corriendo el fútbol por el parque. No pude contener el escalofrío que recorrió mi cuerpo cuando los ví. Yo que desde que llegué a la gran ciudad fui un abonado a ese tipo de prácticas. Días enteros jugando y peloteando, con mi padre primero y con mis amigos después, y hoy paso entre ellos ignorado. Ya no me sentí uno de ellos, me sentí extraño, ajeno. Fue mientras atravesaba el parque que escuché a una madre gritar: “Vení Gonza, acá hay dos chicos para jugar”, no pude más que responder con voz nostálgica y a propósito inoible: “acá hay otro”.


P.D.: Quedo a la espera de una invitación para ir a la plaza a jugar a la pelota.

miércoles, 7 de julio de 2010

Mi gran amigo mío.

Mucho se habla sobre los amigos, sobre quiénes son los verdaderos amigos, quiénes son los amigos de ocasión, quiénes los amigos que están sólo en las buenas, y quiénes los amigos que están en las malas. Está públicamente aceptado que los verdaderos amigos, o aquellos que más merecido tienen esa designación son aquellos que están en las buenas, y sobre todo en las malas. Bienvenida sea la ocasión para recordar alguna de las tantas frases sobre el tema: “Un amigo verdadero es alguien que cree en ti aunque tú hayas dejado de creer en ti mismo”.


Bien eso está claro, ahora a lo que quiero llegar es que nosotros tenemos que ser amigos nuestros, y debemos querernos a nosotros mismos. Y el tema es ¿qué amigo nuestro somos con nosotros mismos? ¿Somos el vil amigo que está para las alegrías, los cumpleaños y los asados? ¿O somos el amigo que nos acepta como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos?


Creo yo que debemos ser ese buen amigo y estar en todas. Debemos querernos en las victorias y en las derrotas. Obvio que es más fácil querernos cuando nos apoderamos de los triunfos, por decirlo de alguna forma, cualquiera se quiere cuando sale del Aula Magna de la facultad de medicina con el título de cirujano bajo el brazo, o cuando acaba de meter el gol que definió el partido en una victoria. Pero el tema está en querernos cuando un dos en tinta roja y desprolijo ensucia la parte superior de nuestro final, o cuando aquella pelota se estampó en el travesaño.