miércoles, 16 de julio de 2008

El discutir es un placer

Persuadir, refutar, argumentar, todo eso y muchas cosas más podemos encontrar en una discusión. Son dignas de presenciar las discusiones con altura. Mucha gente se niega a discutir, a veces por temor a perder. Ignoran estas personas que, cuando uno sale perdiendo de una discusión, es al final quien más gana. Cuando se pierde una discusión, es porque a uno le refutaron las ideal que tenía y le hicieron notar que estaban equivocadas, por lo tanto uno cuando la discusión termina, de cierta forma uno sale mejorado. Si usted se hubiera ahorrado el placer de discutir seguiría con sus erróneas convicciones.


Se puede comparar una discusión con un juego de ajedrez. Uno planea su estrategia, al llevarla a cabo tratará mantener todos sus argumentos en pie, una vez que fueron refutados, de nada servirán. En la batalla, muchas veces estarán en jaque sus ideas, y también usted podrá hacer en jaque las ideas contrarias. Pero lo que se busca en estas ocasiones es la jugada maestra, el argumento irrefutable, que ponga en jaque mate las ideas contrarias.


Para que las discusiones sean realmente apasionantes, debe haber dos personas con mentes abiertas, que si bien están seguros de la legitimidad de sus ideas, estén dispuestas a cambiarlas frente a la refutación de su rival.


Quizá lo mejor de las discusiones sea que casi no hay reglas, bastan un par de pequeños límites, y después nada está dicho. Todo corre por cuenta de los protagonistas. Está en ellos como controlan sus emociones. El discutidor neto a pesar de que su corazón quiera estrangular al rival, sigue manteniendo la calma. También, está dentro de las posibilidades llevar al colapso emocional al rival, esto es realmente muy efectivo. Es importante en esos casos mantener la sobriedad.


Se hace difícil hablar de discusiones sin mencionar el simposio de la antigua Grecia. En estos lugares, luego de alguna comida, y entre copas de vino, los dichosos que asistían a estos eventos discutían y deliberaban. No voy a decir siempre, pero muchas veces, se tocaban temas de poca importancia, que probablemente a nadie le afectaba mucho, pero ellos se daban el gusto de discutir. Tengamos en cuenta que dichas acciones, eran también alentadas por la ingesta de vino, que muchas veces favorece el carácter irracional de las discusiones.


Aprovechemos esta capacidad de discutir, y discutamos. Al fin y al cabo, no creo que ninguna de nuestras discusiones vaya a cambiar un milímetro el destino de la humanidad. Pero démoslos el gusto. Quizás ganamos, y algo nos reconfortará dentro nuestro y nos hará sentir bien, ya que estábamos en el camino correcto. Tal vez perdamos y al principio un sentimiento de amargura se apoderará de nuestro ser. Pero después de un tiempo estaremos contentos de haber perdido y de haber podido mejorar esas convicciones que teníamos como correctas, pero que al final no lo eran. Discutamos, y disfrutemos de ese momento en que todas nuestras neuronas están centradas en un solo objetivo. El de ganar.

Algunos sostienen que las discusiones generan conflictos, yo por el contrario sostengo que los resuelven. Hay que ver a la discusión con un noble intercambio de ideas. Discutamos con buena voz, y aún con mejor escucha.

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