

viernes, 18 de diciembre de 2009
¿Cómo humedecer el atún?

viernes, 27 de noviembre de 2009
4126
martes, 10 de noviembre de 2009
Exilios
Exilios
Larbanois Carrero
Vino del norte en el principio de un otoño
Ebuscando un sitio en la universidad.
Era un adolescente,
de un niño un poco más.
Se fue a vivir a un pensionado de estudiantes,
pasando a integrarla gran legión de canarios en la capital.
Todo le daba miedo, pesaba la ciudad.
Más de una vez se preparó para el regreso,
pues ya no daba más de soledad:
necesitaba el fuego, el beso de su hogar.
Se fue volviendo ducho en los yeitos de allá.
Envejecieron sus zapatos transitando
calles gastadas de esperanzas en su andar
y se metió en su cuerpo el olor a sal.
Fin de semana esperanzado en la encomienda
que alivie un poco la distancia y la ansiedad,
en la oportuna carta que le llega
a darle fuerzas para continuar.
Se despidió de sus cuadernos de estudiante,
sin encontrar qué hacer en la ciudad.
La desazón y el desencanto
lo empujaban a un exilio más.
Pero él resiste todavía transitando
sueños gastados de tropiezos en su andar,
porque a pesar de todos los pesares
quiere seguir creciendo en su lugar.
jueves, 5 de noviembre de 2009
¿Será así?
"Un libro está arriba de una mesa, usted piensa que la mesa sostiene al libro para que no se caiga, pero en realidad, es la mesa que se cuelga del libro para no caerse."
martes, 29 de septiembre de 2009
¿En qué puedo ayudarlo?
- Buenas noches Gabriela. Mire, debo confesarle que tengo dos problemas. Uno fácil y otro difícil.
- Bien, dígame. ¿Qué problemas?
- ¿El fácil o el difícil?
- Cualquiera de los dos. Trataré de solucionarlos ambos.
- Bien, yo también espero lo mismo. Empecemos por el fácil, a lo mejor nos lleve de alguna forma al difícil: mi celular no recibe mensajes de texto.
- Déme un minuto que chequeo sus datos. ¿El celular que tiene problemas es el mismo del que me está llamando?
- Así es.
- ¿Roberto Acevedo es su nombre señor?
- Sí.
- Bien. Espere que me dijo que problema tiene su celular.
- Muy bien, disculpe el atrevimiento Gabriela, no me quiero intrometer demasiado en su vida, si apenas escuché su voz, pero siento en usted un acento cordobés. ¿Vive usted en Córdoba?
- Sí, las oficinas de la compañía se encuentran en Córdoba. El sistema me dice que no tiene ningún problema con la línea. ¿Hace cuánto no recibe mensajes su celular?
- Que linda ciudad, dicen que las mujeres de allí son las más lindas del país.
- ¿Hace cuánto no recibe mensajes su celular?
- Ah, disculpe, había olvidado su pregunta. Me compré el celular la semana pasada y no he recibido ninguno todavía. Tampoco llamadas, algo anda muy mal.
- Entiendo. Disculpe la obviedad de mi pregunta, pero ¿alguien le ha mandado mensajes o ha intentado llamarlo?
- Ese es el problema difícil Gabriela.
- ¿Disculpe?
- Claro, ese es el problema difícil. Me he comprado el celular, para que no me molesten mis amigos en los momentos que no quiero saber de ellos. Por decirlo de otra forma, he comprado este celular para hablar con mujeres únicamente.
- Señor, voy a pedirle que sea expeditivo en esto y que me explique de una vez por todas que problema tiene con su celular así veo si puedo o no ayudarlo.
- Mi celular anda bien, ¡perfecto! El que no anda bien es su dueño. Ninguna mujer me ha mandado un mensaje últimamente. Tampoco he podido darles mi número, es que ni siquiera hablo con ellas.
- ¿Y en qué puedo ayudarlo yo señor?
- Vea, es usted una señorita veinteañera, con un acento cordobés encantador, esa hermosa voz no puede estar contenida en un envase que no sea digno de ella. ¿Qué pensaría usted si yo le dijera que yo podría ser el hombre que usted siempre estuvo esperando?
- Pensaría que usted tiene graves problemas.
- ¿Espera usted que el hombre de sus sueños venga con un cartel indicador pegado en la frente? Permítame que le diga, señorita, que el mundo está como está por la falta de amor. El amor hace a las personas felices y en este mundo casi nadie está feliz. La gente espera el amor de sus vidas pero es incapaz de salir a buscarlo.
- ...
- Compréndame. Dígame usted cuanta gente linda ve por la calle, cuántas personas que podrían ser su alma gemela y usted ni siquiera saluda. No puede esperar casarse con la persona con la que trabaja, o con la que estudia, o con la que van al mismo bar. El mejor amor es el más inesperado quizás. Nadie debería darse el gusto de no entablar conversación con alguien.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Amigo.
Pancho dixit
Sos un grande Pancho, y cuando me dijiste que aprendiste eso en el camino al colegio, volví a escuchar el timbre de las 2:43 (ó 2:48 si especulamos para agarrar la Traffic salvadora).
La verdad que en esas cuadras aprendí tanto, con el frío helado de la mañana, o con el sofocante calor de las 3 de la tarde. Hablando de lo que sea, de la vida, de la muerte, de Dios, del ser humano, de la religión, de qué hacer antes de un parcial, de mujeres por supuesto. En esas cuadras conocimos al Che, comentamos las canciones de Silvio y hasta le tiramos un pedazo de pan al Manco.
martes, 22 de septiembre de 2009
Muere lentamente - Pablo Neruda
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su
vestimenta
o bien no conversa con quien no
conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones
destrozados.
Muere lentamente
quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!
martes, 15 de septiembre de 2009
Viaje a Rosario...
La calidad de mis sueños, se vio disminuida frente a la calidad del viaje.
Gracias por todo, Puma.
martes, 8 de septiembre de 2009
Dos monedas con la misma cara.

Pero otra cosa fue lo que más me llamó la atención, o lo que más me dejó pensando. ¿Se podrá utilizar esa postura como forma de vida? Sí... me refiero a la vida cotidiana. Ante cualquier situación que la vida presente ante nosotros, detenernos un segundo a pensarla, y caracterizar la mirada a favor, y la mirada en contra, la optimista y la pesimista, la buena y la mala.
La verdad que esa forma de llevar la vida cotidiana es genial, poder apreciar de todas y cada una de las situaciones de nuestra vida el lado mágico que tienen es hermoso. Les propongo que hagan la prueba, toda situación de nuestra vida tiene un lado bueno, y tiene que ser nuestro objetivo poder localizarlo y obviamente poder disfrutarlo.
Por ejemplo, la necesidad de ir, al menos una vez a la semana, al supermercado a comprar las cosas para subsistir es realmente una tarea aburrida. Pero si tomamos el ir al supermercado como un paseo, vamos tranquilos, disfrutamos viendo los nuevos productos, nos ponemos a analizar los envases, por qué no también nos reímos de alguna señora mayor que está intentando leer la letra chica de un paquete de arroz, o miramos a los nenes que siempre van acompañando a sus madres con miradas cómplices. Les juro que hay muchas cosas divertidas para hacer en un supermercado.
Así pasa con todo, a cada situación de nuestras vidas podemos encontrarle su lado positivo. Yo que ustedes, lo intento.
martes, 1 de septiembre de 2009
El reloj.
El reloj hace alusión al tiempo, y esto nos hace pensar en la gente que vive prisionera del tiempo, de los que viven ansiosos, a las personas que no saben aprovechar el tiempo y que por el contrario sobrecargan su vida de cosas, y este nunca les alcanza. Horas podríamos hablar de todos estos temas, pero otra cuestión es la que ocupa mi atención.
Enfoquémonos en los relojes, ¿Quién es capaz de poner en duda la dignidad de un reloj? Tan frágil que parece, de dimensiones tan pequeñas, esconde en sus adentros, la mayor fidelidad que un ser puede tener. Basta con darle una ayuda, y cada tanto ponerle una pila nueva, y el se encargará de contarnos todos los segundos que nos toquen transitar. Será un compañero que estará con nosotros en las buenas y en las malas. Cuando más lo necesitemos estará disponible, con el dato certero de cuántos minutos de nuestro día han pasado. ¿Aún duda de los relojes? Haga la prueba, póngase un día usted en papel de un reloj y cuente todos los segundos del día. Sólo ahí verá la difícil labor que mantienen los relojes todos los días. Incluso cuando nosotros, faltándole el respeto no le prestamos atención, o incluso lo olvidamos dentro de algún coqueto estuche. Pero es ahí donde el reloj más puede lucir su dignidad. Por más que nosotros estemos bañándonos, viendo una película, manteniendo relaciones sexuales con nuestra persona amada, y hasta incluso cuando dormimos, el reloj está haciendo su trabajo. Dándonos a cada segundo la hora exacta. Sabe que a nosotros no nos importa, sabe que estamos preocupados en otra cosa, pero el sabe cuál es su trabajo, y créame que saben hacer su trabajo como nadie. Con lo fácil y lo tentadoras que son las distracciones, cerrar los ojos por unos instantes, pensar en nuestras vacaciones (que a ellos obviamente no les damos), abrirle la tranquera a los pensamientos y poner nuestra cabeza en Marte. Todo eso lo tienen prohibido, no por nosotros, ellos mismos se lo prohíben.
Todo esto es entendible, no es lo más común, pero es al menos esperable. Pero hay algo, que sólo en ellos se encuentra. Cuando su pila se acaba y no se la cambiamos, ahí queda evidenciado nuestro abandono. Cuando es seguro ya que nosotros dejamos de prestarle atención, ellos en el acto más digno que jamás haya visto el hombre, con una fuerza que jamás sabremos de dónde proviene, con los ojos llorosos producto del tremendo esfuerzo que están haciendo, nos dan dos veces al día la hora exacta. Saben que no los estamos mirando, pero no les importa. Sin duda, seres dignísimos.
Yo por mi parte, les presento al mío.
sábado, 29 de agosto de 2009
Textual.
pero tamaño oficio, no sé si existen,
domingo, 23 de agosto de 2009
Papá...
Me fue inevitable pensar en cómo sería la sociedad si todos tuviéramos un padre como el que yo tuve. Si todos los chicos, cuando le dicen que se parecen a su padre, sonrieran con orgullo, como yo sonrío, cuando me dicen que me parezco a él.
Estoy seguro de todo eso porque sé que soy lo que soy por el padre que tengo, y es por eso también, que aún hoy, con mis largas piernas y mi floreciente barba me siento en la parrilla trasera de su bicicleta, me agarro fuerte de su cintura, y le digo en voz baja, que vayamos muy fuerte y que pasemos muchos, mucho autos.
jueves, 20 de agosto de 2009
Siete eran las bestias
Parados en fila estaban esperándome, inexpresivos frente a mi avance. Mi mano derecha desenvainó la espada ni bien los ví, la izquierda sostenía el escudo que comenzaba a cubrir mi cuerpo. Me detuve a cierta distancia, los miré a los ojos. Se los notaba confiados, sabido era que tenían todas las de ganar. Juraron lealtad: sólo atacarían de a uno, y me dejarían abandonar cada batalla cuando yo desee.
Cerré mis ojos, tomé una bocanada de aire, e inmediatamente comencé a caminar con paso acelerado hacia uno de ellos. Quise empezar con alguno débil. Ni bien supo que era él con quién yo quería pelear, abandonó su posición y me enfrentó. Yo aún estaba tenso, la conmoción limitaba mis movimientos. Había elegido bien, casi sin dificultades pude derrotarlo. En su apresurado paso olvidó cubrir su costado derecho, y ahí penetró mi espada. Quedó tendido en el piso, y ví como se enfurecieron sus compañeros. Lejos de esto aumentar mi miedo, sus miradas me llenaron de valor. Ya estaba en la lucha, ya era tarde para cualquier otra cosa, era la victoria o la muerte. Di media vuelta y quedé en frente a ellos, señalé con mi espada ensangrentada al siguiente. Eran hermanos, pertenecían al mismo grupo. Era quizás el que menos me asustó en un comienzo, quizá su físico al no ser tan ostentoso como el de sus compañeros no generaba tanto miedo. Confiado lo enfrenté, pero me derrotó inmediatamente, su destreza, la rapidez de sus movimientos, su extrema precisión fueron demasiado para mí. Quedé herido, debo confesarles que me sentí humillado. Un río de sangre corría por mi brazo izquierdo, y mi pierna derecha casi no podía sostenerme.
Era el momento de tomar una decisión, o abandonaba y me dejaba matar por él, o sacaba fuerzas y enfrentaba a los otros. Elegí la segunda, convencido corrí inmediatamente hacia la próxima bestia, en mi arduo entrenamiento había luchado contra éste tipo de seres. En un movimiento certero penetré con mi espada sobre su pecho. Murió en el acto, ni siquiera pudo darme batalla, pero sabía que no había tiempo para distracciones. Señalando el cuerpo de la bestia que estaba tirado en el piso, llamé al próximo. Confiaba en que mi anterior victoria intimidaría a mi enemigo, y así fue. Se acercó dubitativo, todavía preguntándose cómo yo había podido generar tanto desastre en las batallas anteriores. Me aproveché de su miedo, y sin dejar pasar más tiempo, empecé yo también a acercarme a él. Mis pasos eran seguros, con fuerza agarré la lanza que llevaba en mi espalda, le apunté sin dejar de caminar y con un tiro preciso me olvidé de él. Mi espíritu estaba alborotado, ya no recordaba las secuelas de las batallas anteriores, y estaba dispuesto a arrasar en las próximas batallas.
Señalé al quinto para que se acerque a pelear. Ni bien dio el primer paso supe de sus capacidades. Tenía armas que jamás había visto, no sabía como atacarlo, y lo que es aún peor es que tampoco sabía como defenderme. Y así fueron las cosas, en tres movimientos estuvo a punto de darme la muerte. Pude salvarme, abandoné esa batalla, mis energías estaban disminuidas, y cada vez sería más difícil luchar contra semejante bestia, sobre todo si se tenía en cuenta que él no había mostrado ninguna señal de cansancio. El sexto parecía accesible, a pesar de mi estado calamitoso estaba confiado en las pocas capacidades de mi enemigo, luché, creí haberle ganado, pero fue el quién me apabulló. Tenía un arma oculta, imposible de ver, pero dolorosa, que me atravesó de punta a punta. En ese momento ya no daba para más, sólo quería dejar todo e irme, huir, abandonar, pero algo en mi interior me obligó a que me quede. Arrastrando mi espada por el suelo, me acerqué hacía la última de las bestias. Mis piernas temblaban como jamás las había sentido temblar, mi corazón se aceleraba, la vista se me nubló, ya no sabía a dónde iba. Las heridas de mi cuerpo cada vez sangraban más, se hizo insoportable, no estaba en condiciones de seguir caminando. Casi sin pensarlo arrojé la espada con esas fuerzas que ni uno sabe de dónde salen, el disparo salió bien dirigido, y penetró el corazón de la última bestia. Murió en el acto. Apenas pude esbozar una sonrisa, mis fuerzas no me permitían otra cosa.
En ese momento pensé volver a luchar contra alguno de los que no había podido derrotar, pero mi espíritu no daba para más, lo había llevado hasta el extremo. Ni siquiera tenía fuerzas para caminar. No pude seguir con eso, juro que quería hacer algo, intentar aunque sea. Pero mis fuerzas ya estaban agotadas. Así que me levanté y entregué el examen. Fue un cinco, ¡aprobé!, análisis matemático es más difícil de lo que pensaba, pero la sensación de aprobarlo es inefable.
domingo, 16 de agosto de 2009
Carta de Hugo Chavez al Rey de España.

Quiero recordarle, señor rey de España, que aquí en estas tierras llamadas las Indias Occidentales por los primeros invasores, hubo hace poco una espantosa, cruel y fierísima guerra contra ustedes y precisamente para desconocer su corona, su voz, su mandato. Fue una guerra reciente y aún estamos pagando sus horribles consecuencias. De modo que no pensábamos más, en estas tierras, tener que darle cuentas a usted de nada de lo que hacemos en estas regiones. No tenemos aquí reyes en América, y nuestro Libertador Simón Bolívar despreció en todo momento ese título, además de desconceptuar y echar al desprecio a quienes quisieron convertirlo en monarca.
Somos libres, republicanos y socialistas, señor rey, y el único soberano entre nosotros es el pueblo. En verdad que hemos venido luchando desde hace siglos para no tener nunca más entre nosotros una voz despótica y agresiva como la que usted usó en la última Cumbre Iberoamericana, en Chile. Usted, además de no ser verdaderamente miembro de esta comunidad, por no ser elegido por pueblo alguno, debe también recordar que aquí ya no existen vasallos suyos. Yo, señor rey, provengo de aquellos que indios y negros que sufrieron los destrozos de los demonios voraces que aquí enviaban sus ascendientes. Y aún viven en mí, sus ayes, sus dolores, sus temblores de ira y el deseo de vengar tantas atroces matanzas y afrentas. Usted, señor rey debe recordar esto en cada instante, a aquellos demonios a los que se les abrió un apetito de muerte sin límite ni medida, y acabaron con nuestros indígenas y llenaron de pestes, odios, maldades y esclavitud por más de 300 años estas tierras. Señor, ¡qué categoría de fieras aquéllas!, ¡qué joyas de tan elevados pedigrí!, que en pocos años había suficiente crímenes y desastres entre nosotros como para dejar pálidos a cuantos cometieron juntos Atila, Caligula, Nerón, Hitler o Franco.
No tenía usted por qué estar allí, entre nosotros en esa Cumbre, quienes sufrimos el holocausto de las monstruosas acciones de sus tatarabuelos. Entienda señor rey que nada aportaron ustedes a la causa humanitaria de nuestros pueblos. Nos dejaron durante siglos sin educación, sin justicia, sin instituciones, sin disciplina, sin sentido de hermandad ni valores humanos de ningún tipo. Lo que quedó aquí fue un grito horrible que usted ha revivido en Chile y que nos llega hasta más allá de los tuétanos: “¡A callar, a callar, a callar!”
¡Ay, rey, que poco sabes del dolor que hay en nosotros! Un dolor que cubre todo el tiempo de la humanidad. Señor rey, usted se ha expresado como lo que es y han sido todos tus parientes. Sólo le voy a poner aquí, digno monarca de sus antepasados, unas palabras de Bolívar para que las enmarques y las lea todos los días, y para que también se las envíe a su querido José María Aznar: “Un continente separado de la España por mares inmensos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos a una dependencia degradante y tiránica… Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana… El español feroz, vomitado sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña… Señaló su entrada en este el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva; y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado.”
Un hombre, señor rey, que escriba así, es porque lleva sangre india y negra en sus venas.
El indio Bolívar, en negro Bolívar, el mulato Bolívar, ese es el que cada venezolano lleva hoy en su sangre, en sus nervios, en su corazón.
Larga paciencia hemos aguardado esperando este momento de hoy en el que somos libres, y gracias a Dios no tenemos que entregarle cuenta a ningún soberano extranjero, y España nos importa menos que un comino. Allá ustedes que siguen sometidos a vírgenes de siete puñales, a los toros, al fútbol, a los cantantes espantosamente sifrinos y a los cotilleos de las revistas del corazón. Que les aproveche, pero aquí nunca nadie jamás callará, señor rey.
Ya debe saber, pues, señor rey, por qué no me callo ni nadie podrá callarnos, que hemos venido a decir nuestras verdades que son las mismas que Bolívar proclamara hace unos ciento noventa años. Que esa misma imprecación suya fue la que se impuso el día del golpe del 2002, cuando todos los medios poderosos (que también son suyos) que le aman y le veneran con pasión pesetera, pretendieron acallar la voz del pueblo. Ya aquí no hay Cristo que nos pueda hacer callar.
Aquí, señor rey, a lo único que veneramos es la libertad del pueblo. No obedecemos a aristocracia alguna sino al talento creador, al amor y a la igualdad. Si no se excusa ni pide perdón a la ofensa hecha a la majestad de lo que el pueblo en tres elecciones ha ratificado, habrá usted sencillamente hecho honor a la soberbia que tanto caracteriza a los monarcas que cada cincuenta años sumergen a España en horribles guerras fraticidas. Ya hemos dicho en este caso lo que teníamos que decir.
Sin otro particular,
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
lunes, 27 de julio de 2009
Confesiones de un ateo
En nuestra floreciente percepción de la realidad empezamos a darnos cuenta de la desgracia y la crueldad que exhibe el mundo. Sin pudor nos muestra su cara más atroz y a nosotros nos golpea en el alma. Por otro lado nos dicen que existe Dios, que él creó el mundo, que nos creó a nosotros, que es perfecto (lo único perfecto es él), que está en todos lados, que todo lo sabe, que todo lo ve, y que todo lo puede. Es en ese momento cuando nos ponemos alertas y cuando nos damos cuenta de la incompatibilidad de esas dos verdades. Es en ese preciso momento donde empezamos a dudar de Dios, cuando lo despojamos de su invulnerabilidad, y lo ponemos frente a la miseria del hombre, frente al niño desnutrido, y no escuchamos respuesta alguna. ¿Dónde está Dios nos preguntamos? Y el mundo se calla ante nosotros, desvía su mirada ignorándonos. Salimos en su búsqueda, ¿Cómo puede ser que no lo encontremos, si él está en todas partes? Caminamos incansablemente buscándolo, hasta en el rincón más inhóspito revisamos con esperanza. Pero la otra verdad siempre fue tan evidente (y tan triste) que yo no aguanté más.
¿Cómo puede ser que el día en que yo nací otros se morían de hambre? ¿Dónde estaba Dios cuando esos nenes se morían? ¿Qué estaba mirando? No... Dios no puede existir, ningún ser perfecto puede haber creado algo tan imperfecto. ¿Cómo puede ser que miles de personas tengan que andar descalzas para que algunos se puedan comprar una Ferrari? Si realmente Dios existe y creó todo esto, si hay alguien o algo en el universo capaz de cambiar las cosas y no hace nada, no sólo no es digno de mi adoración, sino que se gana el más profundo de mis odios. Hasta el hartazgo me preguntan: “¿Cómo no vas a creer en Dios vos, siendo que él te dio todas las posibilidades, una familia, una educación, y todo lo que una persona puede pedir?”, y siempre respondo lo mismo, que justamente por eso no creo, porque no puedo concebir la idea de que Dios me dio a mi algo que a otros les sacó. Es un error demasiado grande, y más aún para un ser perfecto.
Creer en Dios es un facilismo, es el consuelo que nos queda frente a la miseria que nos abruma. No querer ver lo trágico de la muerte de un niño desnutrido, y consolarnos queriendo creer que él se irá al cielo y que en la eternidad podrá tener la vida que siempre quiso es mentirse. Obvio que esto le dará cierta tranquilidad, una mayor estabilidad emocional, pero a un precio demasiado alto, y yo, de ninguna manera estoy dispuesto a pagarlo. Esa fe embaucadora, esa forma de dejar todo librado a las acciones de Dios es muy cómodo. ¿Qué puedo hacer yo, si Dios tiene la batuta del mundo? Y con esa pregunta se liberan de toda responsabilidad. Es ahí cuando algunos asumimos lo que otros no se animan a ver, y comprendemos que Dios no está, que Dios no ve. Y es ahí donde tratamos de asumir responsabilidades, donde no estamos ajenos a la miseria del mundo. Y ahora es todo más difícil, claro que sí. Ya no estamos guiados por Dios, ya no hace nada él por nosotros, sino que nosotros hacemos nuestro camino. Les aseguro que sentirse mínimamente culpable cuando muere un chico de hambre, asumir esa mínima responsabilidad, es difícil, es angustiante, el nudo en la garganta que se nos forma no se desanuda jamás. Buscar una solución para esto, buscar qué hacer, en qué contribuir para combatir eso, en qué podemos ayudar, no es fácil, les aseguro que no.
Quién tenga la posibilidad de creer en Dios que no la desaproveche, así vivirá tranquilo, despojado de toda responsabilidad, libre de toda culpa, los gritos de ayuda que se escuchan en la calle de ninguna manera son para él. Pero estamos los que no podemos ni queremos creer en Dios. Y vivimos intranquilos, nos sentimos responsables y hasta culpables, y los gritos de ayuda nos aturden de día y de noche. Hay algo dentro de nosotros que no nos permite otra cosa, y con eso tratamos de sobrevivir.
Cuando me preguntan en qué creo, respondo en el hombre. En el hombre común, que sólo puede estar en un solo lado a la vez, que no puede ver más que lo que sus ojos le muestran, pero que siente y que hace, que da batalla, que no se rinde, que asume su rol, que señala la injusticia y que la combate. En eso sí que creo, en la persona que vive al lado de tu casa, y en la que vive al lado de la mía. Seguro estoy que la única solución a esta miseria humana, está en la humanidad, en el hombre humanizado. Mi dirás que la sociedad está podrida, y quizás tengas razón, no lo sé, realmente no lo sé, pero no lo quiero creer, no lo voy a creer jamás. Necio me dirás y quizás de nuevo tengas razón, pero no me importa, no me doy por satisfecho creyendo en otra cosa. Es el camino más difícil, pero el único viable. Debemos unirnos, la humanidad entera todo lo puede lograr, pero lamentablemente, en ésta lucha estamos solos.
Para finalizar, cito al maestro Atahualpa Yupanqui: “No tengo cuentas con Dios, mis cuentas son con los hombres”
domingo, 19 de julio de 2009
El hombre puede amar...
domingo, 14 de junio de 2009
¿Para qué ahorramos tiempo?

No seré yo quien diga que la vida se mide según el tiempo que esta duró. De hecho, estoy seguro de que la calidad y el disfrute depende de la cantidad de vivencias que ésta nos deje, de experiencias, de anécdotas, de victorias y de derrotas, de ilusiones y desilusiones. Pero el tiempo es componente de todas ellas. El tiempo vacío no sirve de nada. Lo que realmente importa son las cosas que con él se pueden hacer. Es condición necesaria para todo, pero suficiente para nada.
En los tiempos que corren nos dimos cuenta de eso, y hay una locura colectiva por su aprovechamiento. Detengámonos un minuto a pensar en todas las cosas que nos hacen ahorrar tiempo con respecto a hace un par de décadas atrás. Tenemos, por ejemplo, lavarropas automáticos. Antes las señoras pasaban horas y horas enjuagando la ropa, ahora simplemente se pone la ropa, se aprieta un botón y listo. El lavarropas, el lavavajillas, la cafetera, el delivery, todo está destinado a hacernos ahorrar tiempo. Últimamente salieron al mercado unas hamburguesas que basta con ponerlas 2 minutos al microondas y están listas para comerse. Los locales de comida más globalizados y con más concurrencia de personas son los conocidos como lugares de “comida rápida”. Cuando vas a comprar una computadora lo primero que te dicen es la velocidad de su disco duro. Autos, motos, trenes, y hasta incluso ascensores y escaleras mecánicas están destinados a andar cada día más rápido.
Las personas no nos podemos aislar del mundo, y vivimos así, cada día más apurados, el ritmo con el que se camina en la calle es una fiel prueba de esto. Es una rueda, de la cual una vez que entras no podés salir. Cuando te querés dar cuenta ya estás adentro, y estás apurado, llegando tarde, y dejando cosas pendientes.
Miren que paradoja, en un mundo donde todo está destinado a hacernos ahorrar tiempo estamos cada vez más apurados y el tiempo a nadie le alcanza para nada. ¿Qué estamos haciendo con todo ese tiempo? ¿Para qué ahorramos el tiempo? No será que cada vez hacemos mas cosas y de ninguna disfrutamos. Las cosas que no son disfrutadas, no valen la pena de ser vividas. Y si con esta nueva forma de vida, en la cual nos vemos obligados a hacer miles de cosas a la vez, nos hace no poder disfrutar de las cosas, debemos replantearnos las cosas.
sábado, 13 de junio de 2009
"Aquí la realidad es sospechosa"
Es un maleficio que cae sobre los que confabulan, sobre esos seres que van por los caminos ya legitimados. Sus acciones, sus palabras y la música que tocan ya están definidos en las partituras de sus atriles. Representan un universo agotado que no encuentra salida dentro de sus márgenes. En ese universo los hombres heredaron una historia, pero dejaron de hacer historia. Están ahí a costa de mutilar la experiencia, la posibilidad de hacer historia. Sin espíritu crítico están perdidos en un mundo ya hecho y asumido como verdad y que impide buscar otros caminos. Podrán sentir placer, pero en realidad son repetidores de verdades.”
sábado, 30 de mayo de 2009
Los libros muerden

Pero no te asustes, esos seres capaces de hacerte llorar con sus dientes, también son capaces hacerte cosquillas, de hacerte reír a carcajadas, de sacarte tímidas sonrisas, de hacerte sonrojar.
De ninguna forma los libros están muertos, ellos generan adentro nuestro una serie incontable de sensaciones, de emociones. ¿Quién no estalló a carcajadas alguna vez leyendo? ¿A quién no se le hizo un nudo en la garganta mientras leía? Los libros están llenos de vida, tienen un poder especial sobre el lector. Saber dejarse llevar por ese mundo de hojas, permitirle al libro entrar dentro tuyo, e interactuar con él en cada momento, saber sentir su textura, apreciar la blancura de sus páginas, y dejarse morder por sus letras, por su combinación de palabras, sentir una tilde como una puñalada por la espalda, saber en algún momento de la lectura, dejar de leer, cerrar los ojos, y permitirse degustar la perfecta combinación que se acaba de leer, eso es leer.
“No leas. Mira las figuras blancas que dibujas los intervalos que separan a las palabras de muchas líneas de los libros, e inspirate en ellas.”
lunes, 18 de mayo de 2009
sábado, 16 de mayo de 2009
El aprendizaje no sacía la curiosidad.
Después uno crece y ya no nos gusta tanto esa idea. No hablemos de saber todo, limitémonos a lo que a uno le interesa. Ni siquiera las cosas que realmente nos apasionan podemos llegar a comprender en su totalidad. Toda persona con intereses diversos está condenada, en algún momento de su vida, a sentirse frustrada, presiente que tiene un bello jardín enfrente y sólo puede mirar y disfrutar algunos árboles. Siente que el tiempo no le alcanza para nada, que de ninguna forma va a poder saber tanto como le gustaría. A veces parece mentira, pero es una verdad irrefutable que cada cosa que aprendemos, nos deja con más hambre de saber. Un claro ejemplo de esto es leer un artículo en la famosa enciclopedia virtual “Wikipedia”. Empazamos a leer un artículo y este está lleno de links sobre cosas que nos llamarán mucho la atención. Debemos ignorarlos totalmente si queremos terminar de leer un artículo. Porque, a su vez, el nuevo texto que empezemos a leer, tendrá otra indecible cantidad de links. Por citar un ejemplo nomás, supongamos que un día queremos conocer más sobre la vida de Aristóteles. Simplemente lo tipeamos en wikipedia y tendremos la posibilidad de leer sobre el filósofo. Pero al empezar a leer el artículo, decidimos seguir el link que nos hará desembocar en el artículo sobre los filósofos griegos. Y así, siguiendo links, pasamos a leer sobre el pensamiento, el entendimiento, la inteligencia, la memoria, sobre los recuerdos, los genes y así podríamos pasarnos la vida. Y esa sensación, de dejar pasar las cosas, de ignorarlas, nos llevará a replantearnos muchas cosas.
Repito, no estoy hablando de llegar a conocer todo el océano, simplemente, de esa búsqueda, angustiante a veces, en llegar a conocer una gota más, sólo una.
En este dubitativo camino, en el momento en que nos empezamos a deprimir por no poder saber tanto como quisiéramos, nos damos cuenta que poder aprender cosas es algo hermoso, y que lo debemos disfrutar. Encontrar el goce en la adquisición de conocimientos es algo muy gratificante, y así, a paso lento pero seguro, tranquilos, ir aprendiendo cosas nuevas, dejarse fascinar por todas las cosas que uno antes ignoraba y que ahora se puede dar el gusto de disfrutar. Una persona con un nivel de curiosidad alto nunca se va a sentir satisfecho con lo que sabe y siempre va a tener un millón de cosas que le gustaría aprender. Pero esa cualidad, es una de las mejores virtudes que puede tener el ser humano.
martes, 12 de mayo de 2009
Textual.
martes, 24 de marzo de 2009
Renunciar a un impulso
sábado, 21 de marzo de 2009
Un día despeinado
Mientras caminaba en el particular ambiente de la Av. San Martín a las nueve de la noche, entré a un bar, casi sin querer me atrevería a decir. Ninguna parte de mi ser pensó tomar esa decisión. Pero entré y aquí estoy. Sentado solo en una mesa para dos, comiendo unas papas fritas que no pedí y tomando una cerveza que está lejos de tener la temperatura que a mí me gustaría. Me siento aturdido por el ruido del bar. El sonar incesante de los teléfonos, el hablar interminable de los parroquianos, los ruidos de la cocina, alguna carcajada que rompe la monotonía del murmullo. Pienso que quizás sería mejor que me vaya y que deje la cerveza a medio tomar. ¿Pero a dónde podría irme? No conozco en esta enorme ciudad un lugar donde lo único que me aturda sea el silencio. De a momentos me tienta la idea de sentarme en una plaza, pero sé que el ruido de los autos y de los colectivos será tan aturdidor como este. Pero me quedo acá y así me encuentro, pensativo alrededor de un montón de hojas, que en principio eran un cuento que quería leer. Intenté leerlo ni bien me senté en la silla donde ahora me encuentro, pero la volatilidad de mis pensamientos no me dejó concentrarme en la lectura. Me vi obligado a dar vuelta las hojas y escribir lo que siento en este momento, con una birome prestada, ya que a pesar de trabajar en una librería, y pasar seis horas diarias en pleno contacto con ellas, jamás pude adquirir el hábito de dejar algunas en mi mochila. Pero debo confesar que el origen de mi birome es lo que menos me importa, ni siquiera su trazo irregular que me obliga cada tanto a hacer círculos irregulares en una hoja designada para tal fin. Tampoco la elevada temperatura de mi cerveza me preocupa en este momento. En principio pensaba que fue ella quien me arrastró hasta este bar, pero cuanto más lo pienso, más me lo niego. Sospecho que lo único que me mantiene aquí sentado es la vaga esperanza de que entres por la puerta que está a mi izquierda, silenciando por un momento todos los ruidos, cambiando la monotonía del lugar, y te abras paso entre las cabelleras blancas que pueblan las mesas. Y que te acerques a la mía, des media vuelta sobre ella, acariciándome tibiamente con tu mano izquierda mis hombros. Mis ojos te miran sorprendidos, y mi sonrisa se apodera de mi rostro. Te sientas en la silla que tengo enfrente y con una pequeña sonrisa encandilas a las luces frías y amarillentas del bar. De repente todos los ruidos se han callado, y mis oídos sólo escuchan las dulces melodías que salen de tu boca. Pienso que quizás mis ganas de salir con vos eran tan grandes que terminé saliendo solo y compartiendo mesa solo con mi imaginación. Es que tanto lo pienso que a veces sospecho que es realidad, y que estás enfrente mío, que estamos charlando, y divirtiéndonos cual chicos de la primaria en el recreo. Soñamos y volamos juntos, recorriendo el país con nuestros pensamientos, que se entremezclan con la realidad y ni vos ni yo sabemos si realmente estamos tomando una cerveza sobre la Av. San Martín, o si estamos en el segundo piso de la torre Eiffel. Me dejás darme el gusto de acariciar tu mano con la mía, y experimentar una sensación única. La suavidad de tu mano es lo único que ocupa mi atención en este momento.
Pero después, luego de un parpadeo, veo tu silla vacía y me doy cuenta de lo equivocado que estuve, de que jamás salí de este bar, y lo que es aún peor, que vos nunca entraste. Que estás lejos de aquí, ocupada en otras cosas. Pero es que mantengo la ilusión, de que entre tus actividades diarias, te detengas un instante y que te imagines el momento en que tus ojos y los míos se enfrenten, que sean capaz de ver los tuyos en los míos, y los míos en los tuyos, la inmensidad del universo, la belleza de una rosa, y la armonía del silencio.
lunes, 16 de marzo de 2009
Emociones del fútbol
Lo que voy a hacer aquí es contarle los pensamientos que tiene un jugador de fútbol cualquiera, en una jugada cualquiera, en un partido cualquiera.
Me cayó del cielo, un despeje del defensor puso la pelota en mi botín izquierdo, estaba solo, así que preferí entretenerla un rato con el derecho hasta que mis compañeros se ubiquen en sus posiciones. Siempre es mejor, hacer las cosas acompañado, si me sale bien, ellos van a ser testigos, y si me sale mal, ellos me harán ver mi error. Con el derecho es mas fácil que con el izquierdo. Mi pie izquierdo responde erróneamente a las órdenes de mi cerebro. Mi pie zurdo y mi corazón tienen mucho en común, si le digo que la claven al ángulo la tiran a la tribuna. Le dije al cuore que no se enamore de aquella mujer pechugona, y no me hizo caso, tiró la pelota bien lejos, y de yapa, la colgó en la copa de un árbol. Pero ahora la tengo en la derecha. Miralo a Juan solo a la derecha, pero si le tiro la pelota lo va a anticipar el defensor, ese Pedro es siempre igual, parece que te deja solo pero te controla a 2 metros. En todo es así, puede pasar meses sin mandarte un mensaje o sin tener noticias tuyas, pero apenas sabe que vos estas deprimido, con problemas o algo, es el primero que está con vos. Es un tipazo la verdad, lo tendría que tener en mi equipo. Uh, Marcelo me viene a querer sacar la pelota, este se come todos los amagues. ¿Izquierda? ¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Derecha? ¡Derecha!. Uh, casi me saca la pierna con esa patada, me corrí con lo justo. Voy a correr porque a veces hay que dejar de pensar y hacer lo primero que venga, si uno piensa demasiado todo se olvida de hacer las cosas que pensó porque perdió todo el tiempo pensando. Pedro viene decidido a sacarme la pelota, pero viene tan rápido que se olvido de cerrar las piernas, ¡que caño que se comió!. No fue de forro, andaba medio deprimido y necesitaba levantarme el ánimo con algo. A los amigos se le puede hacer ese tipo de jodas, al fin y al cabo, es sólo un partido de fútbol. Pero me siento como cuando me recibí del colegio, una felicidad, ojo, no por maldad hacia Pedro, pero el caño estuvo bueno. Hacer un caño como este es lo más parecido al amor que conozco. Te sentís en las nubes, nada puede empeorar ese momento, dura un segundo, bueno, pero dura, y por eso vale. Ver como la pelota pasa por entre las piernas del rival, es como cuando ves a la persona que amas por primera vez en el día. Como se desplaza, perfecta al andar entre el pequeño abismo que separan las piernas del defensor, donde parece que no entra un alfiler, pero a veces pasa la pelota entera. A José lo paso sin problemas. Tiro la pelota para delante que no me va a alcanzar nunca. Ahora me encuentro a 7 metros del área, solo con el arquero. Esto es un momento de vida o muerte, ya mis amigos quedaron atrás, no pudieron seguirme en la corrida, y sólo se limitan a mirarme desde sus posiciones, la ansiedad no les permite correr en mi auxilio. Esto deja de ser un partido entre dos equipos. Ahora es un duelo entre el arquero y yo. Esto se parece al amor también. Jamás pensé que se amaba tanto en un partido de fútbol. Tengo el futuro en mi pie, manejo el balón. Esto puede ser muy bueno o muy malo. Los términos medios no existen. Por un momento quisiera no haber tenido que llegar a esto, haber dado un pase antes para no enfrentarme con la realidad de esta forma. Sólo y con tantas cosas en juego. Los nervios se apoderan de mí. Me adelanto casi por inercia. Tiendo a irme hacia el medio de la cancha, se supone que de ahí tengo menos posibilidades de tirarla afuera. Pero las seguridades son nulas. Todo depende de mí, y del arquero. Es así, cuando uno se enamora, todo lo demás queda de lado, si el arco es grande o chico, da lo mismo. Las posibilidades de acertar son tan inciertas que ni siquiera vale la pena intentar calcularlas. Uno trata de perfilarse bien, pero una vez que se impacta la pelota nada puede uno hacer. Y ahí me encontraba yo, con el arquero saliendo desesperado a mi encuentro, con las manos abiertas, tapándome casi todo el arco. Trate de mantenerme sereno, me abrí bruscamente hacia la derecha, y vi un hueco sobre el lado izquierdo del arco, apunté y pateé. Sentí alivio al principio porque ya había hecho todo lo que podía hacer. Pero los nervios se apoderaron de mí. Quería saber que tan acertado o equivocado había estado. Y así la vi desprenderse de mi pie, más hermosa que nunca, girando sobre si misma, picando cada tanto en el césped. El arquero se tiro y apenas rozó la pelota, si bien le cambió un poco la dirección, la pelota tiene destino de red. El arco ya no estaba tan lejos, se acercaba constantemente. Y yo me veía, disfrutando de ella, de la persona que tanto amaba, caminando con ella por la calle, sentados frente al mar, charlando por horas. Cada vez que picaba la pelota, era un latido de mi corazón. Pero pegó en el palo y la perdí para siempre. La vi alejarse irremediablemente por la línea de fondo. Me dijeron que fue corner, que no todo estaba perdido. Pero ya no me importaba. O al menos, hasta no volver a tener contacto con ella, y sentirme invadido de nuevo por las mismas emociones.
domingo, 8 de marzo de 2009
El Analfabeto Político
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.
No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
sábado, 7 de marzo de 2009
"Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros."
Estereotipos de personas hay muchos, pero hay uno que tiene especial aceptación y aún admiración en la sociedad actual. Es el tan conocido “vivo”. El que siempre cae parado, que todo lo sabe, y si no lo sabe lo inventa. Es imposible ir por la vida sin conocer muchas personas así. Es la clase de personas que siempre tratan de aprovecharse de una vil ventaja. Lo peor, y sobre lo que me quiero detener en este momento, es la falta de principios de estas personas. De una persona sin principios nada se puede esperar. Van por la vida buscando de donde sacar provecho. Se hacen amigo de un tipo solo para tomarse un café de arriba. Si a usted caminando se le cae la billetera y no se da cuenta, si por una de esas casualidades viene una de esas personas atrás suyo, olvídese de recuperarla. Ni siquiera piense que va a tener la amabilidad de devolverle los documentos. Él sacará la plata, y tirará el resto. Sin el más mínimo cargo de conciencia, por supuesto. Van desvergonzados por la vida. No les afecta en nada que alguien descubra sus artimañas. Pareciera que estoy hablando de un grupo reducido de personas, ojala fuera así, pero no.
Cualquiera que haya visto un partido de fútbol se dará cuenta como se tiran al piso los jugadores ante el más mínimo contacto con el rival. A veces ni siquiera lo tocan y ya se están revolcando, esperando que el árbitro cobre una falta a favor de su equipo. Incluso, si éste no la cobra inmediatamente el jugador en un acto de humillación terrible protesta. Ni siquiera tienen la más mínima consideración por sus colegas, son capaces de pedir una tarjeta al jugador rival por una falta que nunca existió. Una persona que hace eso es un alcahuete, no tiene un poquito de orgullo. Añoranza tengo de los jugadores de antes, que al recibir una feroz patada, se levantaban inmediatamente, sacando pecho, y evitando que el dolor de su pierna se traduzca en su cara.
Quisiera ser periodista deportivo y poder preguntarle a alguno de esos jugadores desvergonzados que fingen faltas porqué trataron de sacar ventajas de forma indigna. Quisiera escuchar su respuesta.
Por otra parte, cuando aparece alguien que sí entiende el juego, que sí tiene códigos, y que sí tiene un poco de dignidad, como Nelson Ibáñez, arquero de Godoy Cruz, que en el partido contra Banfield, le atajó un penal a Cristian Lucchetti, arquero de éste último equipo, retuvo en sus manos la pelota hasta que Lucchetti volvió a su arco. El partido terminó empatado, otra razón más por la cual es destacable el hecho. Esa actitud, que debería haber sido recalcada como un acto de dignidad excepcional fue criticada por algunos. Estamos tan desacostumbrados a estos actos que ni siquiera sabemos valorarlos de vez en cuando.
Pero entre toda esa gente, aún quedamos algunos, que preferimos perder un partido de fútbol y no nuestra dignidad, que preferimos pasar hambre antes que vivir de la costilla de otro. No sé como hay gente que tiene esa necesidad de ser “vivo”, uno esta tan bien de gil que no entiende...